Revista Horizontes: primavera/otoño 2010 | Año LIII Nums. 102-103

33 tiene que vender al mejor postor–y que fue estrenada después de Santa , es La mujer del puerto . Esta película, dirigida por el francés Arcady Boytler, director de la ya clásica Celos (1936), cuenta la historia de “una mujer provinciana seducida y luego prostituida” (García Riera, Breve historia del cine mexicano, 93). A ésta película, de la cual el director mexicano Arturo Ripstein hizo un remake en los noventa, se le puede colgar un sambenito por ser considerada la primera película mexicana (con buena aceptación) que presenta un desnudo. Poco a poco, los límites de la censura se fueron relajando para que así, a principios de los setenta, se dieran películas que se han agrupado en un género que ha recibido muchos nombres. En principio, se está en desacuerdo con el término extremo de pornografía, como algunas personas utilizan, para denominar a películas donde la cantidad de escenas eróticas o de desnudos son exageradas. Sería fácil cotejar el término “pseudoporno” para comentar las películas de este género, pero se ha recurrido a la tan usada denominación de “sexycomedia” y a la de Emilio García Riera, cine lépero, para diferenciar este tipo de películas, de otros. Este crítico, al tratar de explicar el suceso del género, mantiene que la popularidad y creciente producción en esa época de este tipo de cine estuvo conectado de una forma o de otra a la política que tenían sexenios presidenciales mexicanos para la industria cinematográfica. García Riera define el cine lépero o de ficheras como uno que se atiene a una fórmula propuesta en el sexenio (1976-1982) del presidente José López Portillo y donde se manejan "prostitutas, desnudos, 'palabrotas', cabarets, barrio bajo, desahogos populacheros (albures), choteo de la homosexualidad, travestismo" (Breve historia del cine mexicano, 306). García Riera, apoya su juicio haciendo un recuento de algunas películas más representativas de este tipo de cine, añadiendo que los "títulos delataron claramente su naturaleza" (306). La “naturaleza” de la que escribe García Riera se vuelve evidente al leer en su Breve historia del cine mexicano títulos tales como: Las del talón (1977, Alejandro Galindo), Noches de cabaret (1977, Rafael Portillo), Picardía mexicana (1977, Abel Salazar) 5 , Las cariñosas (1978, Portillo), Muñecas de medianoche (1978, Portillo), El rey del talón (1980, Javier Durán), Las golfas del talón (1980, Jaime Fernández), Las cabareteras (1980, Ícaro Cisneros), Las computadoras (1980, René Cardona), Cuentos colorados (1980, Rubén Galindo), Picardía mexicana II (1980, Rafael Villaseñor Kuri), La pulquería (1980, Víctor Manuel Castro), Sexo contra sexo (1980, Castro), El sexo sentido (1980, Rogelio A. González), Las tentadoras (1980, Portillo), Burdel (1981, Ismael Rodríguez), La golfa del barrio (1981, Rubén Galindo), Las fabulosas del reventón (1981, Fernando Durán), Vividores de mujeres (1981, Cisneros), El sexo de los pobres (1981, Alejandro Galindo), La pulquería II (1981, Castro), Los mexicanos calientes (1981, Gilberto Martínez Solares), etc. (p. 306). Lo que todas las películas mencionadas tienen en común, es haber sido producidas durante la presidencia de José López Portillo (1920-2004). La mayoría de estas “sexycomedias” se caracterizaron comúnmente por una producción pobre e irrisoria y por el conjunto reducido de actores y actrices que se asociaron casi exclusivamente con este tipo de películas: Alfonso Zayas, Rafael Inclán, Luis de Alba, Lyn May, Jorge Rivero, Angelica Chaín, Isela Vega, Andrés García, Sasha Montenegro, y Carmen Salinas, por hacer mención de algunos. Irónico es que, si bien el dinero para las escenografías o la edición, resultaba insuficiente, las películas empleaban a actores que en gran parte, venían de una amplia tradición en las carpas, el teatro o familia involucrada en el cine mexicano del siglo de oro. 6 Si se discuten algunas de las características que presentan varios de los personajes femeninos de las “sexycomedias” típicas, se podría afirmar que muchas son de tipo "huri sexual", y que aparece en cine de aventuras, fantástico, erótico y pornográfico. Este tipo de personaje, definido en el Diccionario del guión audiovisual como "Una mujer de gran belleza propia del paraíso musulmán que se constituye en el tipo de la chica subordinada a los gustos del hombre, sumisa, deseosa de ofrecer placer, como las geishas, las ménades y las odaliscas" (317). En gran número de las “sexycomedias” se dan casos de mujeres de este tipo a las que sólo les interesa dar placer al hombre olvidándose de sus propios deseos o necesidades. Otro tipo de personajes femeninos sería el que bien se podría denominar "el cisne" o aquella mujer que va de ser poco atractiva a una mujer extremadamente guapa al final de la película cuando se entrega al denominado "héroe". En Oye Salomé (1978), Sasha Montenegro se destacaba al principio del filme como una mujer recatada, hasta beata, para después desatramparse y exhibir toda esa sexualidad que había estado supuestamente reprimida y que florece en parte por la atracción sexual hacia el macho mexicano, mejor ejemplificado por especímenes como Jorge Rivero y Andrés García, compañeros de la señora Montenegro en gran número de producciones. Si nos alejásemos de los personajes, y retomáramos el tema del sexo en el cine mexicano, podríamos afirmar que no sólo se ha visto en las “sexycomedias”, sino también en películas de melodrama ranchero como Carroña (1975, Raúl de Anda Jr.), de terror como Alucarda, la hija de las tinieblas (1975, Juan López Moctezuma), y hasta de luchadores como Santo en el misterio de la perla negra (1974, Fernando Orozco) y Santo en oro negro (1975, Federico Curiel). Este luchador mexicano, quizás el más popular de todos los tiempos, deja atrás luchas con adversarios en el ring para revolcarse con cabareteras y femme fatales en la cama. 7 La razón primordial para la inclusión del sexo en este tipo de cinta, es para comercializar el producto aún más de lo que la trama o los actores podrían hacer, pero el resultado es que los críticos, y no el público común y corriente, noten la frivolidad y lo artificial de escenas o tomas que no deberían de haberse incluido en una película de éstas. García Riera, en su volumen 17 de Historia documental del cine mexicano , comenta la crítica adversa que se le dedicó a Tivoli (1975, Alberto Isaac) poco después de

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