Revista Horizontes: primavera/otoño 2010 | Año LIII Nums. 102-103

48 ejecutaban instrumentos musicales tradicionales, le sirvieron de modelo. Los cánticos tradicionales y las centenarias Promesas a los Santos Reyes fueron caldo de cultivo para formar trovadores. Así, en la décima “Barrio donde nací”, nos dice: los recuerdos son valores/ de oro, diamante y rubí . No es casualidad que del barrio Consejo salieran trovadores como Leonardo “Nayo” López Román: “El ruiseñor de Guayanilla”; Confesor Troche Orengo (1936-1997): “El jibarito de Guayanilla”, Adán Troche Quirós, René Ruiz, Reinaldo Vázquez, Carlos Javier “Tatito” Torres Sáez (1972) y otros cuyos nombres están grabados en la memoria colectiva. A ellos agregamos a Carlos Enrique Galarza quien recibió el empaque que luego desarrolló en su estadía en Nueva York. “Mi Dios, mi tierra y mi gente” es la decima que sirve de título al libro de Carlos Enrique (Quique) Galarza Vázquez. A modo de canasta de ofrendas, recoge los frutos de su inspiración en décimas, boleros, valses, danzas, guarachas, rancheras, aguinaldos, plenas y seises. Sigue la ruta trazada por los poetas puertorriqueños donde predomina el tema de Dios, la patria y la mujer. Refleja nostalgia por el pasado, el amor a sus mayores, a sus amigos, a su patria chica, el respeto a los patriotas y el temor a Dios. Son composiciones dada a expresar cuita de amor y ene l amor hay dolor. En el barrio Consejo ubica el cerro “El Alto de la Bandera”, que recuerda cuando los americanos en 1898 pasaron por el lugar que se conocía como “El Alto de los Romanes” y plantaron su bandera. Esa bandera fue bajada por don Olegario Rodríguez, el otrora Comisario de Barrio en tiempos de España. Por ello, los jíbaros de Consejo han plantado la bandera de la puertorriqueñidad dondequiera que la vida los ha llevado. Es tal la conciencia, que el poeta lo expresa en sus décimas “La bandera” y “Tu bandera y la mía”, cuyo pie forzado es la bandera tuya y mía. Esa bandera, que ansía verla flotar sola. Igual sentimiento expresa en la décima “La estrella de tu bandera” y es tan grande el respeto que, en la decima “Cantándole a lo nuestro” nos dice: es donde d esearía/ me sepulten cuando muera/ arropao con la bandera/ de la patria tuya y mía. La muerte de sus mayores y de sus amigos trovadores y cursillistas hacen que el poeta recurra a la décima para desahogar y a la vez perpetuar el amor filial, el amor fraternal y el amor ágape. Refleja un conocimiento profundo y vívido del cristianismo, reflejando el amor a Dios. En la décima “La salvación” predica: que el que se quiera salvar/ a Cristo debe buscar/ sin importar religión . En la actualidad pensamos en música autóctona y la relegamos a la temporada navideña, ya que gran parte de la producción tradicional juglaresca resalta el nacimiento del Niño Jesús y la visita de los Tres Santos Reyes. Sin embargo, los temas tratados además de lo divino cantan a lo profano y recorren todas las etapas de la vida del hombre como en la décima “Lo que hace la edad”, donde el poeta se queja en el pie forzado: y antes no me dolía nada... Los trovadores puertorriqueños son continuadores de la tradicional décima espinela y el poeta nos recuerda en “Décima de calidad”: Para la improvisación es necesario el talento y tener conocimiento de buena composición que sea tu interpretación la carta de identidad con tu personalidad y buen compas al cantarla haces al interpretarla decima de calidad. Hay tres cosas en la vida que forman una persona: el compromiso, la sinceridad y el trabajo duro. Galarza a través de su vida en Puerto Rico y en Nueva York ha estado comprometido con la promoción de la música en todas sus manifestaciones. Igual compromiso ha tenido con su familia y con la libertad de la patria. Nos quitamos el sombrero ante la aportación de Carlos Enrique Galarza Vázquez, por su compromiso en la difusión del folklore puertorriqueño. Báez Fumero, José Juan (2010). Escribir en la isla: de soledades y encuentros . Yauco, PR: TAINDEC. Dr. Otto Sievens Departamento de Ciencias Sociales Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico José Juan Báez Fumero nos ha invitado a saborear una taza de café. El café sabrá diferente, dependiendo de si el grano es arábigo, caracolillo o caturra. Igualmente afectará el sabor si el secado es al sol, de forma artesanal o con la moderna resecadora a base de diesel. Una fase importante será el tueste. Por último dependerá de quien lo cuele, porque, usando una expresión coloquial, “eso va en mano”. La invitación a beber café es una excusa para adentrarnos en su libro Escribir en la Isla: de soledades y encuentros, según la portada. La portadilla nos circunscribe a El caso de Yauco. La primera impresión que recibo del título es que existen dos Puerto Rico: el de la capital y el resto de la isla. Me lleva al siglo XVI cuando Caparra se trasladó a la isleta de San Juan y por eso lo demás es Isla. Me recuerda el escudo de Puerto Rico donde se grabaron las iniciales F e I, de Fernando e Isabel. Pero las palabras sabias de don Manuel Fernández Juncos, asturiano acriollado, lo parodiaron en “Fastídiate Isleño”. Con ese pensamiento previo me lanzo a leer. La dedicatoria del libro dice: A los pobres de la palabra, los que guardan en su corazón la luminosa voz de la poesía. A la memoria de Francisco Lluch Mora, maestro del arte

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