Revista Horizontes: primavera/otoño 2010 | Año LIII Nums. 102-103

49 poético y de microhistoria; fraterno compañero en el sueño de la palabra perfecta ”. Alude a poesía y a la historia; dos musas que cultivó el yaucano universal, a quien recordamos como “don Pancho.” El profesor Báez Fumero se inició en 1972 como maestro en el sistema público de Puerto Rico al que estuvo ligado por dieciséis años. Desde 1989 ejerce como profesor en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce. El contorno conspira para conocer al escritor, ya que el autor se confiesa sin necesidad de confesonario ni confesor. Nos dice: “Yo fui maestro en la escuela de Mogotes de 1974 a 1976” (p. 274) Recibimos testimonio oral de su parte de que los niños y adultos del sector Mogotes de Sierra Alta de Yauco, hablaban con una entonación distinta, producto de su aislamiento geográfico, aún a finales del siglo XX. Esa experiencia valida las observaciones de don Antonio S. Pedreira, quién en Insularismo dice que el jíbaro se caracteriza por “un dejo insobornable al hablar”. Además de maestro, José Juan es poeta y expresa: “Siempre he escrito con el corazón. Todos mis poemas (los buenos, los regulares y aún los desechables) son reflejo de lo que siento, de lo que entiendo a través de mi mirada movida siempre por la emoción” (p. 292). También se revela como pintor. El poemario Así como el alma (2003) contiene una pintura y dibujos de José Juan Báez Fumero (p. 144). Noto un paralelismo con el amigo Lluch Mora. Los escritos que nos presenta son testimonio de su quehacer cultural, de su participación en la presentación de libros, como autor de prólogos y de su incursión en el periodismo local en Panorama, El Cronista , Más Informativo y Guayanilla Internacional . Ello me habla de una capacidad de trabajo abundante. Reconocemos que es profesor a jornada completa en la Pontifica Universidad Católica, es candidato doctoral en Estudios Hispánicos, miembro de TAINDEC, es el hijo de doña Obdulia, el esposo de Aida, el padre de Aida y José Juan y amigo de unos cuantos. También se nos revela como deportista. Tiene preferencia por el beisbol y es fanático de los Yankees. Aquí se refleja como duelista en “Adiós al Yankee Stadium” (p. 77). Reconoce las aportaciones de figuras cimeras en el deporte yaucano como el maestro Antonio Nigaglioni Caparrós, Antonio “Millino” Rodríguez y Salvador “Chiqui” Ortiz: Báez Fumero se concreta a “El caso de Yauco”. Domina la trayectoria histórica de la literatura yaucana. Como la conoce, la ama. Expone sobre los poetas iniciales de finales del siglo XIX como Ulises Olivieri, Fidela Matheu Adrian, el Padre Juan Vicente Rivera Viera; sobre los poetas del siglo XX Francisco Lluch Mora, Francisco Rojas Tollinchi, José Espada Rodríguez, Rafael Hernández Ramos; y sobre los poetas actuales como Miguel Arzola Barris, María de los Milagros Pérez, Hiram Sánchez. Por aproximación también reseña la labor del poeta guayanillense José M. Oxholm y la del cuentista Luis Pons Irizarry; este último, hijo adoptivo de Yauco desde octubre de 2009. La explosión de escritores, poetas, cuentistas, historiadores que están surgiendo en Yauco no sale de un vacío. El ambiente cultural de este pueblo del sur preparó el caldo de cultivo del que nos beneficiamos hoy. La labor de la Casa Yaucana: Taller de Investigación y Desarrollo Cultural (TAINDEC) - que estuvo a cargo de la edición del libro junto a la Editorial Letra 2, Inc.- en sus 25 años de existencia nos habla de patriotas. Los verdaderos patriotas son los creadores. Escribir en la Isla me reafirma la percepción geográfica de Puerto Rico como archipiélago. Hay muchas islas. Pero es maravilloso saber que las islas están produciendo y que cada una de ellas está contribuyendo a cimentar la nación puertorriqueña. Decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas , “La nación esta siempre haciéndose o deshaciéndose- una nación no está nunca hecha.” Igualmente decía: “Téngase en cuenta que un pueblo consiste ante todo en un repertorio de secretos que reclaman algún esfuerzo para ser adivinados y comprendidos.” El pensamiento orteguiano lo remachamos con Renán, sobre todo cuando afirma que: “La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano.” Este libro impreso invita a la investigación. Un país que no tiene escritores, no progresa. Es importante la literatura de invención, de imaginación; pero también es importante que escriba el filósofo, el biólogo, el maestro. Los escritos nos brindan presencia social; si escribes serás alguien. Alguien escribe, alguien leerá. Uno lee un texto desde el nivel de conocimiento del tema, desde su experiencia. Solo puedo reflexionar que el libro de Báez Fumero se me parece a los textos clásicos; cada vez que los leo me dicen “algo”. Gracias, José Juan.

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