Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

12 dramática posee aquí la concepción cristiana del envío en el que el destino personal está reconciliado con la disposición de la divina providencia. Y en esto, precisamente, es que juega el ser humano su libertad. Así la finitud queda abierta al horizonte de la Infinitud y el papel dramático se traspone a la categoría teológica de la “misión”. La misión, ese contenido que se hunde en las profundidades del ser no es otra cosa que el “Amor”. Y su profundidad subyace en el amar al modo de Cristo desde la más absoluta sencillez, apertura, desinterés, entrega e integración de todos sin excepción, apartándose, de este modo, de formas mezquinas del amor humano que impone condiciones y prejuicios. “Hacia” la belleza, la verdad, la bondad y la gloria divina Mirar el cosmos desde esta experiencia revelada del abismo de la gracia y del amor absoluto hace nacer la Belleza. Y es ésta la que nos conduce a la experiencia de la verdad, la bondad y la gloria divina. Por eso, para Balthasar, la palabra inicial se llama “belleza” y, lo estético, el medio para llegar a ella. Sin embargo, no intenta ubicar a la belleza como “sistema”, pues éste es siempre prisionero de la paradoja. Para él la belleza asume las coordenadas del tránsito, que da espacio a la multiplicidad y a la pluralidad. La belleza, entonces, no es un término absoluto, sino la visión del devenir, del “entre” que da una visión de plural integridad. Balthasar explica: Lo bello rebasa su propio ámbito y postula para sí necesariamente su contrario. Para lo elevado postula lo bajo: para lo noble, lo ridículo y lo grotesco, más aún, lo terrible y lo feo, a fin de señalarse el lugar que ocupa en el conjunto y sacar de su presencia ventajas superiores. 10 Para que el ser humano trascienda su condición y atestigüe la gloria divina, es precisa la coparticipación de lo inmanente y lo imperecedero. Ciertamente lo espiritual o lo sobrenatural no suplantan aquello que no hemos sido capaces de hacer mediante nuestras facultades naturales. La gracia perfecciona la naturaleza, pero no la suplanta. A la debilidad humana le ayuda el poder de la gracia. El ser humano sólo no puede. Pero de igual modo, su participación en la naturaleza es indispensable para la consecución de su destino. Explica Balthasar que: …el acontecimiento de lo bello no puede trascendentalizarse hasta el extremo de convertirse en puro “desde afuera” y “desde arriba”. Semejante acontecimiento, que depende del “ser”, pero que rebaja el “ente”, destruye la metafísica con el mismo golpe con el que la fundamenta. Es, desde luego, muy difícil mantener a la vez ambas dimensiones: la dimensión del acontecimiento trascendente, que irrumpe desde fuera, y la dimensión de una situación inmanente, ligada a la estructura...Pero se nos pide que hagamos lo difícil, y estamos obligados a tomar en serio tanto las estructuras de lo estético como el carácter del acontecimiento 11 . Dicho así, lo bello es la aurora de resplandor que define a la estirpe humana en toda su búsqueda de lo que surge, de lo que vive, de lo que la hace sucumbir y prevalecer. De este modo, encamina a la revelación del supremo bien y de la suprema verdad que se nos pronuncia desde el silencio. La maravilla del atestiguamiento de la gracia experimentada obliga a “callar con ocasión de Dios (o de lo sublime)” 12 y desde este silencio le hace patente la transparencia del misterio del ser y de la gloria divina. A tal experiencia se accede pasando por el arrebato de la figura y por el drama de la libertad. Pero, para ello, ambas requerirán del encuentro amoroso y libre del “ser” con la “otredad” de cuyo vínculo resulta una verdad existencial más allá de lo que el sujeto puede ver y aprehender. Por eso, según Balthasar, la afirmación de la verdad como misterio inagotable se da en el puente entre la imagen y el significado. Su propuesta es un llamado a esta integración, cuyo fundamento último es la paradoja del Amor. Desde esta gratuidad de la figura, Balthasar, invita al ser humano a optar por el servicio del sentido y de la esperanza. El dinamismo de la estética balthasariana aplicada a la poética de Julia de Burgos. Por el carácter profundamente existencial y metafísico de la poética de Julia de Burgos (1914-1953) 13 , es posible hacer un análisis de su obra partiendo de los parámetros metodológicos de Hans Urs von Balthasar. Es preciso aclarar que su poesía, desnuda y plenamente íntima, hace imposible separar a la poetisa de la mujer. Su poesía constituye la búsqueda incansable del ser en sus contradicciones, en su destino y en su afirmación trascendente. Para ello, sus fuerzas motrices son la libertad, la naturaleza y el amor. Esta última es su principal anhelo. El umbral del Misterio en la naturaleza: Para Julia de Burgos, la naturaleza constituye el eslabón perdido entre el origen y el destino. Según Platón: El hombre ha perdido la perfección originaria concebida para él. Ahora busca perennemente la forma primigenia que le sane. Recuerdo y nostalgia lo inducen a la búsqueda, y la belleza lo arranca del acontecimiento cotidiano. Le hace sufrir. Podríamos decir, que el dardo de la nostalgia lo hiere y de este modo le da alas y le atrae hacia lo alto. 14 Para esta poetisa, es principalmente el río ese fondo inmenso, inmemorial y personal, en el que se sumerge constantemente, para dar con el eslabón perdido de su fuente originaria. En Río Grande de Loíza hace alusión a ese espacio abierto de la pureza de su espíritu que asocia siempre con el río de su niñez:

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