Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

23 LOS LIBROS PARROQUIALES DE ARECIBO: UN ESPEJO DE LA SOCIEDAD COLONIAL, 1735-1749 Prof. Elí Oquendo-Rodríguez Departamento de Historia y Bellas Artes Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico Los orígenes de la ciudad de Arecibo, también conocida como la Villa del Capitán Correa , se remontan al siglo XVI. El historiador Adolfo de Hostos en su Diccionario histórico, bibliográfico, comentado de Puerto Rico , tomando como fuente al Dr. Cayetano Coll y Toste, otro reputado historiógrafo arecibeño, menciona dos importantes datos. Primero, que en el año de 1516 la Corona española hizo merced de una extensa zona de Arecibo al Secretario del Consejo de Indias D. Lope de Conchillo. Y, segundo, que ya para 1533 existía una aldehuela a orillas del río Arecibo. 1 Don Salvador Brau, que tal vez consultó otras fuentes, refiere, sin embargo, que es desde 1570 cuando habría vecinos ubicados en la zona. Según él, unas 30 familias estarían entre las primeras que se establecieron allí. Éstas satisfacían sus necesidades económicas dedicándose a la crianza de cerdos y vacas y a la pesca de tortugas. Brau enfatiza también el aporte racial que hace el elemento indígena al desarrollo de la población. 2 Sin embargo, hay que hacer constar que el establecimiento de españoles en lo que sería Arecibo debió haber comenzado cuando menos desde la década de 1550. Esto si se toma como referencia una noticia que el licenciado Diego de Torres Vargas apunta en su Memoria . Señala el ilustre canónigo que Arecibo fue la cuna de una virtuosa y devota mujer llamada Gregoria Hernández quien murió en San Juan en 1639 y era mayor de 80 años de edad. 3 En otra Memoria que, acerca de la Isla, enviara el Gobernador D. Juan de Melgarejo al Rey D. Felipe II en 1582, se halla una brevísima descripción del primitivo poblado. Apuntaba el documento que los vecinos, que apenas sumaban unos diez, estaban aglomerados en la boca del caudaloso “ Río Arecibo” que antiguamente era llamado por los indios Abacoa . Estos habitantes eran gente muy pobre y se hallaban bajo la dirección de un teniente nombrado por el gobierno. La zona ocupada por Arecibo, al igual que otros lugares de la comarca, estuvo una vez muy poblada por haciendas y estancias. Pero la falta de mano de obra, negra o indígena, para la extracción del oro provocó su despoblamiento. Esos primeros arecibeños confrontaban, además, el problema de los ataques por parte de franceses que llegaban en periódicas incursiones para robarles sus escasos bienes. 4 Con el paso del tiempo, aquel núcleo de vecinos fue aumentando y al arribar el siglo XVII ya totalizaban unas 80 familias las que componían esa comunidad. 5 El mismo Brau da como oficial la fundación de Arecibo el año de 1616 cuando, bajo el auspicio del recién llegado gobernador D. Felipe Beaumont y Navarra, la pequeña población queda constituida como San Felipe del Arecibo . En el aspecto religioso, la jurisdicción a la que daba servicio la nueva capilla establecida se extendía por una inmensa extensión territorial. Esto tuvo como resultado que fuera la feligresía que vivía en las inmediaciones la que más se beneficiara espiritualmente de su erección. 6 Posteriormente, los lugareños podrían asistir a la misa y recibir con mayor frecuencia los sacramentos, al fundarse una nueva ermita bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. De hecho, ésta, al parecer, se convirtió, desde sus comienzos, en el lugar donde se hacían manifestaciones de la religiosidad popular, como las procesiones, pero, sobre todo, el rezo del rosario según pudo constatar en 1707 el obispo Urtiaga en su visita pastoral. 7 Aunque Torres de Vargas menciona una menor cantidad de vecinos en Arecibo cuando promediaba el siglo XVII, se desborda en halagos para el río y el paisaje local, la calidad del agua, el pescado que allí se consumía y sus tierras de labranza. Los principales cultivos de la zona eran el jengibre y el cacao, que no habrá que imaginar mucho, que los arecibeños venderían por vía del contrabando a los extranjeros tal cual se hacía en otras partes de la Isla. 8 Casi 130 años después Fray Íñigo Abbad y Lasierra seguiría recreándose en el paisaje arecibeño describiéndolo casi idílicamente. En 1765 la población de Arecibo ascendía a 3,171 habitantes de acuerdo con el censo que recoge el Mariscal Alexandro O´Reylly. El total de hombres y mujeres libres era de 2,903 mientras que los esclavos totalizaban 268 individuos. Este último grupo se fragmentaba por géneros casi en igualdad de proporción: 138 varones y 130 hembras. O´Reylly también observó la abundancia de ganado que había en la comarca y apuntaba, especialmente, que los caballos de Arecibo así como los del Toa, eran los mejores. 9 Por fecha cercana a ésa otro cronista describía el casco urbano de la población del siguiente modo: Tiene más de doscientas casas unidas, con la tercera parte de texa, formando calles regulares. Además, de una mediana iglesia, hay tres ermitas y la mejor casa de piedra que sirve de cuartel a las dos compañías de infantería y una de caballería de milicias disciplinadas. 10 Y, aunque Miyares de González atribuye el florecimiento del pueblo a la aplicación al trabajo de sus vecinos, Abbad y Lasierra no cree lo mismo. Por el contrario, éste se lamentaba que aquellas tierras podían producir muchas riquezas si no fuera por la indiferencia e indolencia de sus habitantes. Sin embargo, ambos cronistas observan campos donde abundaban platanales, palmares y cultivos de diversos géneros. Se veían siembras de café, caña de azúcar y algodón. Los vecinos solían separar sus fincas con verjas de

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