Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

29 les otorgó honores, prebendas y pensiones. El Teniente y Capitán Correa fue honrado con la medalla de oro de la Real Efigie y con una patente que lo graduaba como Capitán de la Infantería española 57 Estos hechos dieron gloria al pueblo de Arecibo, a sus milicianos y al ejército como institución. Ser militar, estar emparentado o relacionado con ellos, daba prestigio. De hecho, ser militar daba beneficios. Si bien el salario que se pagaba a los miembros de la plana mayor de las Milicias Disciplinadas no era jugoso, se podía obtener alguna compensación al recibir otorgaciones de tierras. Existían instrucciones de otorgar a los oficiales de ese cuerpo, de tierras abundantes. 58 De acuerdo con la Memoria del Gobernador D. Esteban Bravo de Rivero , en 1759 Arecibo contaba con siete compañías de milicianos que agrupaban 647 hombres. Tenía más milicianos que la Capital, en la que solamente había 62. 59 Las actas bautismales dan prueba del importante papel que jugaba el ejército en la vida de este pueblo norteño. La continua mención de los diversos rangos militares ostentados por los arecibeños patentiza la existencia de una sociedad que honra la posición que se ocupa dentro de ella. Además, demuestra el sentido de pertenencia de un selecto grupo y el orgullo por ser parte de esa élite. Hasta los pardos o mulatos se regodeaban en señalar que eran alféreces, sargentos o capitanes en su deseo por escalar socialmente. Y se recurre a los militares para apadrinar niños. No solamente los curas eran vistos como una figura de amparo y protección; los militares también proyectaban esa imagen. Pudieron contarse unas 87 actas bautismales en las cuales fueron militares los que apadrinaron a niños o niñas. Así, por ejemplo, el 9 de febrero de 1738 Francisco Pastorisa y Antonia Núñez al bautizar a su hija María establecieron compadrazgo con la figura más influyente de Arecibo: D. Antonio de los Reies Correa. 60 Un tiempo después el mismo Don Antonio y una hija suya (Da. María) apadrinaron en junio de 1741 a una niña nombrada Andrea, hija de Pedro Ramos Colón y María del Rosario. 61 El capitán D. Francisco Correa, hijo de D. Antonio, fue al menos padrino en cuatro ocasiones. 62 Otro capitán, nombrado D. Miguel Quiñones, quien en 1739 estaba entre los fundadores de Utuado, entre octubre de 1740 y junio de 1741 apadrinó también en dos ocasiones. 63 Uno de los ahijados era un pariente. El teniente D. Sebastián Morfi, quien, al igual que Quiñones, se halla estrechamente vinculado a la fundación de Utuado, actuó también de padrino en un par de ocasiones. 64 Y hay un individuo nombrado Lope Maldonado que aparece apadrinando a una niña llamada Cecilia, hija natural de Francisca Atilana. 65 Aunque al momento de comparecer en el acto sacramental no era militar, con el tiempo éste se convertiría en uno de los primeros Tenientes a Guerra de Utuado en 1751. 66 Esto es, indudablemente, prueba de la relativa facilidad de lograr ascensos dentro de este cuerpo de las Milicias Urbanas. Los libros sacramentales, al dar cuenta de los rangos que ostentaban los involucrados, al momento en que se produce el evento, dan testimonio de las rápidas promociones que muchos vecinos obtenían en su carrera militar. (Ver Tabla núm. 6.) En conclusión, los libros sacramentales de Arecibo, en particular el segundo de bautismos de 1735 a 1749, presentan una sociedad con varias características ya conocidas. En esencia es una sociedad criolla que, según el criterio del párroco y sus auxiliares, debió parecer blanca. Son muy contadas las ocasiones en que éstos identifican a los padres del bautizado como pardos o mulatos. De hecho, presentan una confusión al particular. Valga el siguiente ejemplo. El 19 de febrero de 1747 el capitán Bernardo Molina y su mujer Margarita Ortega bautizan a su hijo Josef siendo sus padrinos D. Antonio Correa y D a Eusebia Correa. El acta identifica a los padres del niño como “pardos libres” . Tres días más tarde bautizan a un segundo hijo nombrado Josef Romualdo. En esta ocasión el mismo párroco, D. Juan Morales del Río, consideró “morenos” a los padres, lo cual asentó en el acta. 67 Por otro lado, el que existan relaciones matrimoniales entre esclavos y libres, siendo estos incluso blancos, indica que no había tanta repugnancia por el mestizaje como otras fuentes apuntan. El amancebamiento también propendía al mulataje. Ambas cosas fueron lo que tanto preocupó a los obispos quienes dieron su voz de alerta sobre los matrimonios desiguales y los tratos ilícitos. En esa sociedad arecibeña la presencia foránea fue mínima y aquellos extranjeros que se avecindaron en la misma, demostraron tener la disposición o la necesidad de integrarse plenamente. Esto lo hicieron por vía del matrimonio, estableciendo estrechos vínculos de familiaridad y amistad por medio del compadrazgo, en la pila bautismal. Se puede inferir, agregando el conocimiento obtenido de otras fuentes, que ésta era una sociedad campesina y dispersa, que aprovecha la mano de obra esclava para poder explotar sus posesiones agrarias. A pesar de ser una sociedad rural, mantenía con el extranjero estrechos vínculos mercantiles, que pudieron haber sido más por el contrabando que de forma legal. Esto queda demostrado en sus contactos con San Thomas, lugar que le provee esclavos y seguramente otros bienes de consumo. En esa sociedad dieciochesca, de Arecibo, se buscaba el patrocinio del poderoso, fuera el cura, el militar o el terrateniente. Y, aunque están presentes las mismas instituciones, la Iglesia y el Ejército, que en San Juan, la realidad social es diferente. La severidad de la Iglesia se siente solo ante la mirada de algún obispo el cual, ocasionalmente, hacía una visita pastoral. Los curas locales tenían un aire más pueblerino y permisivo. El Ejército lo componían, los vecinos, padres, tíos, hermanos, otros parientes y amigos que eran los mismos con los que se compartía en las fiestas al Santo Patrón, en los convites de bodas o en el rezo del rosario y la procesión. Así era Arecibo en el siglo XVIII. Notas 1 Adolfo de Hostos, Diccionario histórico, bibliográfico, comentado de Puerto Rico. Barcelona, Publicación de la Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976, p. 89. 2 Salvador Brau, Historia de Puerto Rico . Río Piedras, Editorial Edil, Inc., 1978, p.96., Don Salvador Brau se fundamenta en los datos extraídos de la obra Geografía Universal , compilada entre 1571 y 1579, por el cosmógrafo Juan López de Velasco. Véase su artículo Fundación de

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