Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105
11 “inteligente” en la filosofía de Zubiri con “racional” en la filosofía clásica. 2.- Seres que conocen y seres que no conocen La experiencia nos muestra que entre los seres que nos acompañan sobre la faz de la tierra, hay unos que conocen y otros que no conocen. ¿Qué elemento sustantivo caracteriza a unos y a otros? ¿Por qué unos conocen y otros no conocen? “Los seres que conocen se diferencian de los que no conocen en que los que no conocen sólo tienen su propia forma, mientras que los que conocen poseen además la forma de otras cosas, ya que una representación de la cosa conocida se hace presente en el que conoce. Queda, por tanto claro, que la naturaleza de los seres que conocen es más amplia y extensa. Por eso, dice el Filósofo que el alma es, en cierto modo, todas las cosas (III De anima, c. 8, n. 1; S. Tho., lect. 13,, n. 787; cf. S.Th., 1, q. 16, a. 3, c.). La limitación de una forma viene de la materia. De donde se sigue que las formas, en la medida y grado de su inmaterialidad, adquieren más o menos grado de infinitud. Está claro, por tanto, que la inmaterialidad de una cosa es la razón de su capacidad cognoscitiva, y al grado de inmaterialidad responde el grado de conocimiento. De donde se dice en el libro “De anima” que las plantas no conocen a causa de su materialidad. En cambio, los sentidos conocen, porque reciben representaciones de las cosas sin su materia, y el entendimiento es todavía más capaz de conocer porque es más inmaterial, como se afirma en el libro “De anima” 13 . Sólo la representación de una cosa, abstraída de sus condiciones materiales individuales, presente e incorporada por la facultad intelectiva, hace posible el conocimiento intelectual. Este conocimiento no es mera actualización de la cosa real en el entendimiento; es además asimilación e incorporación de la representación de la cosa por la facultad cognoscitiva. Ciertamente hace falta la presencia de lo conocido en el cognoscente: “Es verdad que quien conoce sólo conoce en la medida que lo conocido está en el que conoce” 14 . Así, el ser conocido queda plasmado en la facultad cognoscitiva. Y además, es asimilado, incorporado por el sujeto que conoce, haciéndose el ser conocido. La piedra, en cambio, no es receptiva de representaciones de otras cosas. Se limita a ser ella misma, su propia forma, sin posibilidad de ampliar y enriquecer su contenido esencial con las representaciones de otras cosas. 3.- El entendimiento El entendimiento es la facultad suprema y distintiva del hombre. “Lo supremo en nuestro conocimiento no es la 13 ST, 1, q. 14, a. l, c. 14 ST, 1, q. 14, a. 6, ad 1. razón, sino el entendimiento, que es el origen de la razón” 15 . Es facultad de conocimiento hondo, ya que alcanza la esencia de las cosas, traspasando la corteza sensible, lo que aparece. El entendimiento, “intus legere” 16 , lee lo íntimo de las cosas, penetra hasta lo que las cosas son. “El nombre mismo de entendimiento implica cierto conocimiento íntimo. Y esto aparece claramente teniendo en cuenta la diferencia que existe entre el entendimiento y los sentidos, ya que el conocimiento sensitivo recae sobre las cualidades sensibles externas. El conocimiento intelectivo penetra la esencia de las cosa, ya que el objeto del entendimiento es lo que la cosa es, como se dice en el libro “De anima”. Hay muchas clases de cosas que permanecen en su interior, y a las que conviene que el entendimiento del hombre penetre internamente. Pues bajo los accidentes, late la naturaleza sustancial de las cosas; bajo las palabras, el significado de las mismas; bajo las semejanzas y figuras se oculta la verdad figurada. Las cosas inteligibles son interiores respecto de las cosas sensibles que se captan externamente; y en las causas laten los efectos. El entendimiento alcanza todos estos contenidos interiores. Pero, como el conocimiento del hombre se inicia en el exterior por los sentidos, resulta claro que cuanto la luz del entendimiento es más potente, tanto más puede penetrar en los contenidos de las cosas. La luz de nuestro entendimiento tiene un poder limitado; de donde se sigue que sólo puede llagar hasta cierto grado de conocimiento” 17 . Un animal no sabe qué es un hombre, aunque distinga un hombre de otro hombre por sus rasgos externos. Un perro percibe las vibraciones de un sonido, pero no sabe si son de piano o de guitarra. Oye palabras, pero desconoce su significado. Conoce los colores de una bandera, pero no sabe a qué país representa. Otra cosa muy distinta es que asocie a algo sensible otro signo también sensible. Un hombre, en cambio, por rudo que sea, sabe qué es un hombre: alguien que expresa lo que piensa mediante signos externos, normalmente la palabra; alguien que se siente responsable de sus actos; alguien que progresa en la confección de los artefactos e instrumentos que inventa, construye y utiliza para cubrir sus necesidades. La limitación e imperfección misma de nuestro entendimiento origina y explica que el proceso del conocimiento humano siga pasos escalonados y sea gradual. No capta de un solo golpe el contenido pleno de una cosa. Llega por etapas, pasando de un aspecto a otro, de una cosa a otra. Es el orto de la razón, que no es otra cosa sino un modo de entender, propio de un entendimiento limitado e imperfecto. La razón supone siempre el entendimiento; mientras que el entendimiento no implica de por sí la razón, como sucede en los ángeles y en 15 “Supremum autem in nostra cognitione non est ratio, sed intellectus, qui est rationis origo”: CG, I, 57. 16 ST, 2-2, q. 8, a. 2, c. 17 ST, 2-2, q. 8, a. 1, c.
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