Primavera otoño 2019 (Año LXII Núms. 120-121)

horizontes@pucpr.edu Año LXII Núm. 120-121 horizontes PRIMAVERA/OTOÑO 2019 PUCPR 46 183). Tampoco deja de sorprender la inusitada violencia de las imágenes religiosas de Evaristo Rivera Chevremont, que nos habla del "Cristo rojo" y aun del "Harapo Dios". El poeta socialista no duda en hermanar su Mesías "del bronce y del granito", "angustiado como el planeta y profundo como el cielo" con los trabajadores y los sufrientes (II, p. 354). También es de consideración obligada el profundo agnosticismo que exhibieron muchos de nuestros mayores. Pienso en José Guillermo Torres, poeta que clava sus preguntas al universo desde su valiente poema "Dudas" (I, p. 155) y el dolido, estridente nihilismo de Salvador Brau: "¡Perezca el día en que cobré vida! / ¡Maldito el ser que me llevó en su seno!" (I, p. 174). Dentro de este grupo de escritores disidentes sobresale Vicente Palés Anés (1865- 1913), uno de los más rotundos librepensadores modernos. Secretario de la Logia Unión de Guayama, el poeta entona un emocionado canto "A la masonería", pero termina sin embargo concluyendo lúgubremente que la espiritualidad es una fantasía y que todo concluye con la muerte. Pienso que la lírica atormentada de Palés Anés resulta indispensable para comprender mejor la obra de su hijo, el célebre Luis Palés Matos. Como su progenitor, Palés fue un librepensador proclive al espiritismo que esculpe en sus versos un "Rabí Jeschona" o Jesús muy extraño, que llama "Rey pensativo de los harapos" (II, p. 359). El Cristo palesiano parece en un taumaturgo sin proyecto redentor, es tan solo sólo un enigmático "hombre extraño de la mano mágica" (II, p. 358). No dejo de advertir, de otra parte, las alusiones a la reencarnación en la obra de Palés, propias del espiritismo científico de la época, que también abrazaron poetas como Vicente Géigel Polanco. Por cierto, que José Luis Vega ha comenzado a explorar las alusiones espiritistas que entreveran la poesía palesiana, pero son tantas y de tanto peso que, una vez más, merecen un estudio aparte. Claro que el espiritismo de Luis Palés es, en primer lugar, de raigambre literaria: el vate de Guayama fue un devoto lector de Rubén Darío, que no solo poetizó, sino que practicó personalmente la ciencia espírita. Me contaba Ernesto Cardenal que a Darío el espiritismo le venía no sólo a través de su poeta mentor Victor Hugo, sino del ambiente de su ciudad natal, León, una de las más proclives al espiritismo de toda Nicaragua. Es obvio que a Luis Palés su familiaridad con el mundo de los espíritus le vino no sólo por su afición letrada a Hugo y a Darío, sino gracias al entorno de su Guayama natal, pueblo célebre por estas prácticas. Por último, debo decir una palabra sobre la sorpresa que me llevé con las mujeres poetisas que nuestro estudioso antologiza. Admito que no esperaba encontrar una impronta agnóstica tan fuerte entre estas voces femeninas. La pionera Alejandrina Benítez (1843-1880) no tiene reparos en confesar que "buscaba a Dios en vano" y que su fe "se pierde en un abismo" (II, 88 y 90). Lola Rodríguez de Tió tercia con velada desesperación que "quiere ver el infinito", y admite que va perdiendo la "oculta fe" de sus mayores (II, p. 115). Fidela Matheu y Adrián no se queda atrás. La vida, explica en verso al galeno que la asiste en su lecho de enferma para consolarla, "Es, doctor, un arcano incomprensible / de los más filosóficos y fuertes: / nadie sabe do empieza la existencia / ni si acaba en la materia inerte" (II, p. 136). Estas sorprendentes actitudes hermanan a todas estas poetas isleñas con Josefa Rodríguez del Valle, poeta aguadillana cuya obra ha editado recientemente (2018) Haydée Elena Reichard junto a Roberto Fernández Valledor. Esta poeta, tan curiosa, hubiera podido encontrar lugar en los tomos de Báez Fumero, pues era una visionaria de fibra espiritual muy intensa, bien que a menudo heterodoxa. Josefa no tiene reparos en asegurar que era un espíritu "adelantado" que andaba por su "cuarta reencarnación" y que los sucesos de su vida presente habían dependido de sus vidas anteriores. Se comunica con los difuntos y sus ideas dejan ver "creencias espíritas", según admite Fernández Valledor. No puede ser de otro modo, ya que en una redondilla exclama, aunando la fe cristiana con la heterodoxia: "¡Oh grandioso Espiritismo/ Emanación

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