en el manejo de sus pensamientos, emociones y conducta. A continuación, comparto una breve guía para desarrollar un plan de autocuidado. En primer lugar, al revisar los planes de autocuidado para el cuidador, se deben integrar pausas activas. Estas pausas son espacios de tiempo en los que el cuidador, de manera consciente, realice una actividad. Se recomienda llevar a cabo ejercicios de respiración, movimiento del cuerpo o ejercicios de estiramiento. Estas pausas activas se pueden hacer cada 2 horas, en un intervalo de tiempo de 5-10 minutos. Su mayor beneficio es que ayudan al cuidador a enfocarse en el presente, despejando su mente de las emociones y/o pensamientos difíciles que experimentan y así disminuyen la intensidad de sus emociones. En segundo lugar, esta guía debe considerar el desarrollo y/o fortalecimiento de habilidades de agilidad emocional. En algún momento, el cuidador puede sentirse atrapado en emociones negativas. La capacidad para poder reconocer, comprender y gestionar las emociones, de una manera flexible y adaptativa, ayuda a la persona a reconocer sus síntomas. Puede aceptar lo que siente de una manera más proactiva, previniendo el desgaste emocional. Esto, le permite ganar un mayor control en la gestión de sus emociones, principalmente de aquellas que los llevan a reaccionar de manera impulsiva (David, 2016). En tercer lugar, pero no menos importante, el cuidador puede considerar desarrollar o fortalecer sus destrezas de flexibilidad psicológica. El cuidado implica que se deben poner en práctica habilidades para adaptarse a un entorno de cambio constante. Esta flexibilidad invita a aceptar esta situación y experiencia, sin que la persona se esfuerce por reprimir o evitar lo que siente y piensa. De esta manera puede avanzar dentro de su rol como cuidador, sin que la autocrítica domine su diálogo interno. La persona se puede adaptar a este cambio de vida, sin perder de perspectiva sus valores personales en términos del propósito y significado de cuidar. Este primer esfuerzo para que el cuidador incorpore el autocuidado, la agilidad emocional y la flexibilidad psicológica dentro de su plan de cuidado hacia el adulto mayor, requiere de la aceptación de emociones difíciles. No obstante, al redefinir los valores personales, enmarcados en un nuevo propósito y significado, aumenta la autoconciencia emocional. Esto ayuda al cuidador a reconocer sus patrones de respuesta, en especial, en situaciones con altos niveles de estrés y ansiedad. Cuando aumenta este nivel de autoconciencia, el cuidador puede resignificar sus pensamientos y establecer límites. Estas acciones abren la puerta a la autocompasión: tratarse a sí mismo con la misma empatía y comprensión que compartiría con un familiar o un amigo que esté en un rol de cuidador. Reconocer y solicitar ayuda cuando el nivel de funcionamiento del cuidador se ve afectado por las demandas de su rol, es una señal que no debe pasar desapercibida. El autocuidado no es un lujo, por lo que revisar su cuenta de ahorro emocional siempre debe ser parte del diseño de una guía práctica para el autocuidado del cuidador. Aceptar emociones y pensamientos difíciles no es una tarea fácil, pero, cuando se pueden resignificar desde sus valores personales, se ponen en práctica descansos emocionales, se incorporan rituales de autocuidado y pausas activas y reconoce su vulnerabilidad, este rol puede abrazarse desde la autocompasión, fortaleciendo el bienestar del cuidador. 53
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