32 pontificia universidad católica de puerto rico Por eso, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”. (Juan Pablo II, 1981, núm. 8) También, Juan Pablo II diserta en la encíclica sobre otros temas importantes, tales como la dignidad y la ética del trabajo, así como el tema conflicto-capital-trabajo en los 80 bajo los distintos sistemas económicos en ese momento vigentes. De igual forma, analiza con profundidad los derechos de los trabajadores. Sobre esto, arroja luz sobre los temas del empresarismo, el desempleo, el salario, las prestaciones sociales, la importancia de los sindicatos, la dignidad del trabajo agrícola, el empleo de personas con discapacidad o diversidad funcional, el trabajo y la inmigración entre otros (núms. 17-23). Como puede apreciarse, en la Laborem exercens el papa Juan Pablo II analiza profundamente la situación del trabajo en el mundo para los 80. Asimismo, elabora el papel del trabajo en el desarrollo pleno de los seres humanos y de las sociedades. En 1987, Juan Pablo II presentó la carta encíclica Sollicitudo rei socialis en celebración de los veinte años de la encíclica Populorum progressio. El pontífice evaluó la situación de la “cuestión social” del mundo en comparación con la Populorum progressio. De la evaluación se desprende que la situación social mundial se agravó en ese período y que, incluso, se había profundizado el abismo entre los países del Norte desarrollado y del Sur subdesarrollado. El papa había percibido que la distancia entre ricos y pobres en una misma sociedad era abismal.
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