La situación de los trabajadores en Puerto Rico durante la pandemia provocada por el COVID-19: precariedad, soledad laboral e intención de abandonar el empleo

34 pontificia universidad católica de puerto rico más débiles, que se encuentran en las llamadas “zonas de influencia” o en los “cinturones de seguridad”. (Juan Pablo II, 1987, núm. 39) Se desprende de esta cita la importancia que se le da, en el pensamiento de la Iglesia, a la incorporación de valores cristianos en el desempeño social de los empresarios, gerentes y otras personas dedicadas a la gestión de personas en las organizaciones laborales. De forma similar, una década más tarde, Juan Pablo II escribió la carta encíclica Centesimus annus (1991), en conmemoración del centenario de la encíclica Rerum novarum. Uno de los elementos del marco histórico de esta encíclica fue la caída del muro de Berlín en 1989. Al respecto, Juan Pablo II señalaba que un efecto positivo de este hecho histórico fue el acercamiento entre la Iglesia y el movimiento obrero, el cual se encontraba hasta ese momento influenciado por tendencias de corte marxista y economicista que, en ocasiones, chocaban con los postulados de la Iglesia (Juan Pablo II, 1991, núm. 26). Discurre, además, sobre lo que debería ser el verdadero desarrollo de los pueblos. Al respecto planteó: En fin, el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento. (Juan Pablo II, 1991, núm. 29) La carta encíclica enfatiza la licitud de la propiedad de los bienes, así como los límites a los cuales está sujeta. Citando al Concilio Vaticano II, el pontífice hace referencia a que: “El hombre, usando estos bienes, no debe considerar las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás” (Juan Pablo II, 1991, núm. 30).

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