¿Trabajo decente o precariedad laboral? Una aproximación a la situación de los trabajadores en Puerto Rico.
18 pontificia universidad católica de puerto rico Los núms. 23 al 25 de la encíclica le imponen al Estado la función de vigilar por el bien común y de respetar la dignidad de los ciudadanos y sus derechos sin importar la clase social a la cual pertenezcan (León XIII, 1891). De otra parte, en la carta encíclica Quadragessimo Anno , el papa Pío XI (1931) retoma el tema de los trabajadores en la Doctrina Social de la Iglesia a cuarenta años de la publicación de la carta encíclica Rerum Novarum . Además de reiterar los principios de la primera encíclica social antes mencionada y de evaluar cómo había cambiado el mundo del trabajo desde su publicación, dicho documento hace una hermosa reflexión sobre los trabajadores y el trabajo. Al respecto puntualiza lo siguiente: ¿No vemos acaso con nuestros propios ojos cómo los incalculables bienes que constituyen la riqueza de los hombres son producidos y brotan de las manos de los trabajadores, ya sea directamente, ya sea por medio de máquinas que multiplican de una manera admirable su esfuerzo? Más aún, nadie puede ignorar que jamás pueblo alguno haya llegado desde la miseria y la indigencia a una mejor y más elevada fortuna, si no es con el enorme trabajo acumulado por los ciudadanos, tanto de los que dirigen cuanto de los que ejecutan. Pero esta no menos claro que todos esos intentos hubieran sido nulos y vanos, y ni siquiera habrían podido iniciarse, si el Creador de todas las cosas, según su bondad, no hubiera otorgado generosamente antes las riquezas y los instrumentos naturales, el poder y las fuerzas de la naturaleza. ¿Que es, en efecto, trabajar, sino aplicar y ejercitar las energías espirituales y corporales a los bienes de la naturaleza o por medio de ellos? Ahora bien, la ley natural, es decir, la voluntad de Dios promulgada por medio de aquella, exige que en la aplicación de las cosas naturales a los usos humanos se observe el recto orden, consistente en que cada cosa tenga su dueño (Pío XI, 1931).
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