¿Trabajo decente o precariedad laboral? Una aproximación a la situación de los trabajadores en Puerto Rico.

24 pontificia universidad católica de puerto rico De otra parte, y en lo tocante a la situación del trabajo y los trabajadores, al Santo Padre le preocupaban enormemente las grandes tasas de desempleo y subempleo existentes aún en países desarrollados y la madeja de problemas sociales que esto acarreaba. Le resultaba paradójico que, aún en los industrializados, el progreso en vez de generar más y mejores empleos, resultara en lo contrario (núm. 18). Hace un llamado a la solidaridad y plantea que: La solidaridad nos ayuda a ver “al otro “—persona, pueblo o nación— no como un instrumento cualquiera para explotar a poco coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirva, sino como un “semejante nuestro”, una “ayuda” (cf. Gn. 2:18-20), para hacerlo partícipe, como nosotros, del banquete de la vida al que todos los hombres son igualmente invitados por Dios. De aquí la importancia de despertar la conciencia religiosa de los hombres y de los pueblos. Se excluyen así la explotación, la opresión y la anulación de los demás. Tales hechos, en la presente división del mundo en bloques contrapuestos, van a confluir en el peligro de guerra y en la excesiva preocupación por la propia seguridad, frecuentemente a expensas de la autonomía, de la libre decisión y de la misma integridad territorial de las naciones más débiles, que se encuentran en las llamadas “zonas de influencia” o en los “cinturones de seguridad” (Juan Pablo II, 1987, núm. 39). Se desprende de esta cita la importancia que se le da en el pensamiento de la Iglesia a la incorporación de valores cristianos en el desempeño social de los empresarios, gerentes y otras personas dedicadas a la gestión de personas en las organizaciones laborales. De forma similar, una década más tarde, Juan Pablo II escribió la carta encíclica Centesimus Annus ( 1991), en conmemoración del centenario de la encíclica Rerum Novarum . Uno de los elementos del marco histórico de esta encíclica fue la caída del muro de Berlín en 1989. Al respecto, Juan Pablo II señalaba que un efecto positivo de este hecho histórico fue el acercamiento entre la Iglesia y el movimiento obrero,

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