Educar para una nueva sociedad: Razón, Verdad y Esperanza

82 actas del primer congreso católicos y vida pública En realidad, este aspecto es el más típicamente educativo porque supone una interrelación entre padres e hijos, que a edades tempranas adquiere una textura muy especial. Se puede llamar educar la mirada. Un rasgo, éste, que tiene mucho que ver con lo que vamos a desarrollar más adelante cuando hablemos de preferencias y de valores como momentos configuradores de una mirada propia. Pero la mirada, además de ponernos en relación unos con otros, también nos compromete. Sostener dicho compromiso ha de entenderse como la vía real por la que discurre una educación familiar que tiene un trazado de ida y vuelta entre hijos y padres. Ni podemos imponer una mirada, ni tampoco podemos atropellar toda mirada que no nos parezca bien. En cambio, sí podemos crear una plataforma de confianza, de búsqueda y de cariño para que la mirada no tenga que forjarse a la contra . Aprender a mirar en una misma dirección sería el reto. No dejarse vivir , expresa el objetivo de una educación familiar. Enseñar a mirar es enseñar a vivir. La educación familiar, antes que un conjunto de conocimientos o de técnicas, es una propuesta de vida y, en ese sentido, un objetivo o una meta. El hecho de formularla negativamente –no dejarse vivir– , en nada impide ver su lado positivo. Hace hincapié en la cantidad de gente que está empeñada en vivirnos; en expedirnos una visión de la vida ya configurada. Ante una situación así, los padres tenemos la tentación de plantarles delante de los ojos, frente a amigos y frente a la sociedad, nuestra vida como único modelo de vida exportable. Esto que puede funcionar en edades tempranas, no asegura el éxito del modelo. Nuestro reto es otro, y si me apuran, va en dirección contraria. Porque de lo que se trata es de proponer nuestra

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