Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

49 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común enterado en Rio Piedras y de allá nos llamaron. El gobierno nos ofreció un edificio y abrimos Plaza Corazón. Para ese tiempomi vida había cambiado. Tuve que dejar el trabajo en las salas de emergencia, porque tenía que entregarme por completo. Y dije. “Bueno Señor ¿qué más quieres de mí? Haz el resto, ya no me queda más nada. Vamos, toma lo que quieras, porque, ya lo que queda, ¿qué más da? Llévate todo lo demás”. Me di cuenta que cuando trabajaba para el gobierno, con propuestas y todo lo demás, iba cayendo en el mismo error que el gobierno. Empecé a convertir a Estancias Corazón en una organización asistencial, en una organización paternalista. No una organización que acompañaba al pobre, que es otra cosa muy diferente. Y me di cuenta que si me daban dinero, ellos pensaban que iba aceptar dicho dinero haciendo las cosas como ellos suponían, y ese, no era el modo de actuar de este hombre de la cruz. No era ese el modelaje de aquellos que daban el dinero. Y dije: “No, no puedo aceptar más dinero”. En ese momento fue cuando me llegó una propuesta en la cual yo había pedido trabajar con los jóvenes, muchos años atrás: una propuesta del gobierno de Puerto Rico. Pero la propuesta que yo había hecho junto con el contrato venía acompañada de un cheque de 85 mil dólares para el proyecto. Eso me extraño mucho: que el cheque viniera junto con el contrato, cuando eso se tarda seis meses para darte el dinero. Cuando me fijo en el contrato, había un párrafo donde explicaba que, a esas muchachas jóvenes, yo les tenía que dar una orientación sobre la terminación de un embarazo no deseado. Yo, rápido, entregué el cheque y les dije que se quedaran con la propuesta. Ese día ellos no se dieron cuenta, porque hicieron todo lo contrario a lo que yo quería hacer. Y renuncié. ¡Hasta aquí llegamos! Ya sabía que las ayudas del gobierno se habían acabado. Y en ese momento es cuando entra a funcionar el principio de la Subsidiariedad. Después, cuando lo estudié, lo entendí, porque yo no sabía de lo que hablaba. De aquí tiene que salir: de la base de los hombres y mujeres del pueblo. No de aquellas organizaciones primarias y fuertes, sino del pueblo que ve sus propias necesidades. Decidí renunciar al gobierno y renuncié a la sala de emergencias del Hospital Damas, en Ponce. Dije: “Señor, renuncio y encárgate de mí”. Ahí comenzamos la Sociedad de Fraternización y Misericordia, con una organización de personas que quisieron dedicar su vida a los pobres de

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=