Actas del III Congreso Internacional de Mística

23 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico más profundo de sí misma. En ese instante sagrado, el alma comprende estos secretos divinos que se le revelan, pero, una vez de regreso al estado de conciencia habitual, le son totalmente imposibles de articular. El éxtasis transformante implica pues un proceso en el cual, según el alma va atestiguando in divinis la eclosión gozosa de los secretos o epifanías divinas, se va metamorfoseando dúctilmente en ellas. Para ello, tiene que ensancharse ad infinitum: Dilataste cor meum, decía el salmista (Ps 118, 32), y san Juan se hace eco de él cuando alude al prodigio de este estado místico en perpetua transformación como la “dilatación del corazón”. Nuestro poeta no es el único que nos da noticia del dinamismo incesante que implica la unión teopática. Otros místicos admiten a su vez que han experimentado el éxtasis como una actividad vertiginosa ad infinitum, en medio de la cual acceden una y otra vez a los secretos más recónditos de Dios. Estos contemplativos descubren, cada uno a su modo, que son parte del torbellino sagrado de Su Hermosura indecible. Esta Belleza nos convoca con susurros de pájaro. Bien que lo supo santa Teresa de Jesús cuando se sintió convocada por el esplendor de un espacio palaciego en Alba de Tormes. Aunque consideró excesivo el conjunto de ornamentos que vio exhibidos allí, sintió la sacudida estética como signo de un Misterio más alto. En el capítulo 4 de sus Moradas sextas, la Reformadora nos da noticia de la escena, que solo con el paso de los años entendió que le habría de ser útil para explicar a sus monjas la experiencia dinámica que implicó la cúspide de su éxtasis, poblado de lecciones indescriptibles. Estando de camino por Alba de Tormes, fue recibida en la casa de la Duquesa de Alba. Al entrar al camarín “adonde tienen infinitos géneros de vidrios y barros y muchas cosas, puestas por tal orden, que casi todas se ven en entrando” (Moradas VI, 4, 8)2, santa Teresa se queda espantada, y se detiene a considerar “de qué [le] podría aprovechar aquella baraúnda de cosas” (ibid). Pero he aquí que, de súbito, lo intuye: “ahora me cae en gracia cómo me ha aprovechado para aquí. [...] aunque estuve allí un rato, era tanto lo que había de ver, que luego se me olvidó todo, de manera que de ninguna de aquellas piezas me quedó más memoria que 2 Cito la obra de santa Teresa de Jesús por sus Obras completas, publicadas en BAC de Madrid en 1976. e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...

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