Actas del III Congreso Internacional de Mística

73 camino al rostro: la pregunta por dios en mi trabajo académico que prefiero, si bien no puedo decir que el estudio del poema haya constituido un proceso de conversión para mí, tampoco es justo declarar una total independencia entre mis esfuerzos de lectura y mis afecciones decisivas. Podrán ser dominios distinguibles a la inteligencia, pero no territorios escindidos en la unidad de mi persona. No pretendo que tal cosa exista. Pero, qué hacer, en el poema todavía escucho la Voz y veo los rasgos de un Rostro posible. No seré yo quien los encubra. Ahora no puedo hacer la historia de la Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología (ALALITE) que integro y actualmente presido, y cuya importancia en mi trabajo académico se hace creciente. Solo diré que ahí descubro socios, compañeros de ruta y de labor, hacedores de una casa para las preguntas: sostenedores de preguntas que se descubren, ellos mismos, sostenidos por ellas11. hacia una conclusión Uno de los riesgos que corremos al narrar una vida es identificar, hacer idénticos, el hilván textual y un sentido fáctico específico. Cierto: el que una vida pueda adoptar la forma de una historia se debe a que su lector, que es también su narrador y protagonista, encuentra en ella una trama inteligible. Pero ¿encuentra o inventa esa trama? El sentido de una vida puede no ser el sentido del texto que procura contarla. Quién sabe si todo el drama de narrar y de vivir sea justo este: que las palabras que nos damos aspiran a ser sostenedoras del sentido de la existencia, al mismo tiempo que en nosotros despunta esa certeza muda de una brecha inquietante, a veces insoportable. Porque la vida es más y es menos que lo dicho. Quién sabe si esa brecha, ese espacio, ese vacío, ese abismo, sea nuestra mejor compañía en este afán, a condición de que la dejemos seguir siendo brecha, y no la taponeemos con algodones de azúcar, teorías bienpensantes ni formularios eficientes. Que nos refresque con su perfume de vida indómita, que nos aterre con un hálito que hiede. “Yo no daría la vida por mi vida: es otra mi verdadera historia”, dice Octavio Paz en un poema (“Fuente”193) que, para mí, hace hablar a esa certeza muda. Pero la hace hablar con palabras impotentes. Pregunta: ¿Cuál es “mi verdadera historia”? Respuesta: “es otra”. Observo que, al redirigirme hacia otra cosa, se me empuja a 11 Véase www.alalite.org.

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=