Actas del III Congreso Internacional de Mística

74 actas del ii congreso internacional de literatura mística pensar, a diferencia de lo que señalé al inicio de esta presentación, que no soy el único que puede testimoniar sobre “el asunto”, sobre esta historia. Porque, si “es otra mi verdadera historia”, entonces es otro quien más verdaderamente puede contarla… El verso de Paz y, me arriesgo a proponer, cualquier forma de lenguaje verbal se revelan impotentes: caen. Son la forma de una impotencia reiterada: caída, recaída. Pero el lenguaje es también lo que nos permite, oh incesante advenimiento, encontrarnos, en un doble sentido: hallarnos y reunirnos. Es bueno, por tanto, que Hans-Georg Gadamer nos haya recordado, junto al viejo Aristóteles, que logos es la otra cara de ethos. Si es verdad que las palabras son algo que alguien dice a otro alguien, se me impone entonces pensar que esta fuga de sentido, este siempre menos que tiende a vacío, o ese exceso de sentido, ese siempre más que tiende a infinito, es bueno que sean literalmente encarados. Porque, al darnos la cara, podemos hacer un voto de confianza en la convivencia: vivir es convivir. De ahí que cuando hablo de mi historia hable también de otros. De ahí que al atizar una pregunta mantengamos viva una solicitud: preguntar es pedir12. Solo de ese modo puedo asentir cuando Martin Heidegger reflexiona que “el preguntar es la devoción del pensar” (154) porque, para quienes viven en el oficio de las palabras y corren el consiguiente peligro de hipostasiar el lenguaje, el preguntar pide información y pide compañía. “En esta sociedad que tiene respuestas para todo, ¿dónde están las preguntas?”, me decía la profesora Cecilia Bralic en los pasillos de la universidad. Quién sabe si animado por la ilusión de completud13, el pensamiento que pregunta es una vanguardia: su única certeza es que, tras lo visible, está lo Otro. Cerca o lejos, a la espera, viniente, está lo Otro. Por eso creo que toda genuina vanguardia es aquella que avanza, con la valentía del propio callamiento, para encararse con ese margen. “Busco, Padre; no afirmo” (334), confiesa Agustín. Solo entonces será nueva la palabra que pueda brotar. 12 Las lenguas anglosajonas ofrecen en la dimensión sintagmática esta cuasi equivalencia entre preguntar y pedir que, en las románicas, debemos rastrear por la vía semántica. Por ejemplo: en inglés, to ask y to ask for; en alemán, fragen y anfragen, respectivamente. 13 Me apoyo en la idea de ilusión que Sigmund Freud conceptualiza en El porvenir de una ilusión, al caracterizar la religión como ilusoria en términos positivos: como un movilizador del sujeto que descubre —diríamos— el para-sí que lo pone en marcha hacia un nuevo horizonte de sentido.

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