Actas del III Congreso Internacional de Mística

81 notodoesmística:elfenómeno,suespejismoyalgunosexponentesenelmundohispánico experiencia cristiana que el mismo apóstol expresaba al decir: «No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20). (456) En el koiné original: «ζῶ [zo, ‘vivo’] δὲ [dè, ‘ahora’] οὐκέτι [oukéti, ‘no ya’] ἐγώ [egó, ‘yo’]; ζῇ [ze, ‘vive’] δὲ [dè, ‘sin embargo’] ἐν ἐμοὶ [en emoì, ‘en mí’] Χριστός [Christós, ‘Cristo’]». En otras palabras: hemos sido hechos por Dios porque Dios nos hizo para Él. La mística cristiana se cifra, sobre todo, en la verdad esférica de la segunda cláusula: Dios nos hizo para Él. Dicho a la llana: el místico genuino es quien reconoce, defiende y cultiva la identidad divina recuperada, de manera irreversible, por don divino, y la corrobora tanto en palabras como en obras que merezcan nada menos que el autógrafo del Hijo de Dios. Solazada a la sombra boscosa de las experiencias extraordinarias, la esencia de la mística cristiana parece diluida incluso en muchas de las voces más representativas de su discurso en el mundo hispánico. De corte testimonial es el texto que, sin desvío, ensaya el trasvase de la vivencia al papel. De ordinario, responde al mandato del confesor con el objetivo de discernir el origen de la experiencia para la sabia dirección espiritual de su autor, así como para la educación de la comunidad religiosa en general. En semejante contexto de poder institucional, este corpus pertenece, inconcusamente por frecuencia, a plumas femeninas. Ellas, «casi exclusivamente religiosas» escriben bajo la supervisión y el mandato estrictos de un jerarca eclesiástico —según Sonja Herpoel (1999, 15)— y, aun en el contexto religioso, la producción literaria masculina «parece haber sido relativamente insignificante» si se la compara con la femenina (16). Los relatos de santa Teresa de Jesús acerca de «acontecimientos de la vida exterior» a la par que sentimientos místicos de su vida interior en el Libro de la vida (1562) responden al trasvase vivencial (Herpoel, 1999, 39) cuya cima literaria es el episodio de la celebrada trasverberación que no halla rival en la literatura femenino-conventual hispánica: Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: vía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. Aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. Esta visión quiso el Señor le viese ansí: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan (deben todo es mística: el fenómen , su espejismo y algunos...

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