Democracia, Transparencia, Participación y Bien Común

49 democracia: transparencia, participación y bien común gobernar y el reconocimiento de los ciudadanos como sujetos políticos. Por cierto: soy consciente de lo que afirmara mi admirada Hannah Arendt, en un contexto muy distinto del actual: “Quien quiera hoy hablar acerca de la política ha de comenzar con todos los prejuicios que tiene contra ella”. Por cierto, y que no se me olvide compartir con ustedes una genial afirmación de G. K. Chesteron: hay tres cosas que no debe hacer por sí mismo, aunque se equivoque: elegir a su propia mujer, limpiarse las narices y decidir en política. Asistimos a una profunda transformación del agua, del aire antropológico, que respiramos. La política, que no lo es todo, auque la dinámica política tenga pretensión holística, estamos en una profunda mutación que afecta a tres clases de asuntos: los sujetos, los temas y las condiciones. Los sujetos, que responde a la pregunta sobre la legitimización para protagonizar la vida política, políticos y ciudadanía. ¿Acaso los políticos de hoy no tienen problemas a la hora de justificar sus privilegios en un momento en que cambian las funciones? ¿Acaso no estamos en un proceso de elitismo invertido? O acaso una sociedad no es madura hasta que no deja de exorcizar a los políticos, exorcizando nuestros propios demonios de culpabilidad. La política siempre ha sido una actividad que requiere articular el equilibrio, en todos los órdenes. Y hoy parece que hay algunos empeñados en desarticular el equilibrio. En definitiva, sigamos preguntándonos quién hace política, cómo hacemos todos política desde la ciudadanía. Los temas, es decir: la agenda política. El debilitamiento, o la ausencia absoluta de determinados temas, por ejemplo, los referidos a la antropología y al sustrato de la naturaleza o condición de lo humano. Los conflictos se han desplazado desde los escenarios de clase, igualdad y economía hacia los espacios de identidad, la diferencia y la cultura. Muchos de los conflictos actuales, aunque estén revertidos de conflictos clásicos, no tienen su origen solo en el poder o en la economía, sino en experiencias morales, en expectativas de reconocimiento profundamente enraizadas en nosotros. Ojo, quisiera alertarles sobre las pretensiones de

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