Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

35 insinuado la apología, cayendo al hacerlo en un par de falacias: Una , comparando lo que se recaudó de la venta de los bienes desamortizados con lo que gastó el gobierno en la construcción de la red ferroviaria: la aportación con lo proveniente de la desamortización, apunta, es ínfima comparada con la del gobierno. Pero el apologista cae en un sofisma y se marcha por la tangente; mucho o poco, no cambia la especie moral de la desamortización, que no hay quien le quite el sambenito de latrocinio. Otra falacia comete el mentado autor al insinuar de soslayo que para la mayoría del pueblo las órdenes religiosas no justificaban su existencia “por carecer de funciones específicas”. Sería justo objetarle, al primer aserto, que no fueron muy hábiles los vendedores, pues no favoreció la venta a los campesinos pobres, sino a los burgueses ricos; y al segundo, ¿quién evangelizó y culturizó y educó a nuestro pueblo boricua, los gobernantes, casi siempre de capa y espada, o los religiosos, catequistas y maestros natos? Desde la ladera de un juicio objetivo, es más veraz el que hace M. Revuelta. Tratando de las causas y motivos de la desamortización, esboza el siguiente balance: “El motivo, sin duda, más poderoso es de carácter económico. En ella están interesados los teóricos del liberalismo económico, que no conciben una propiedad anquilosada en manos muertas; los negociantes y capitalistas, que ven la posibilidad de comprar tierras baratas; los políticos, que esperan ganar nuevos adeptos en los compradores de bienes nacionales; los dirigentes de la Hacienda, que se prometen pingües recursos para enjuagar la creciente deuda. Era fácil, en aquella coyuntura histórica de un país endeudado, apelar al bien común e, incluso, alentar promesas de felicidad en los campesinos desheredados. Al cabo, como es sabido de eficacísimo acicate al proceso exclaustrado, aunque por desgracia no puede hablarse ni de auténtica reforma social, ni de verdadero bien común”. Y diagnostica: “Ninguna de esas causas, ni siquiera tomadas en su conjunto, justificaban las drásticas medidas de las exclaustraciones totales. La exclaustración, en todo caso, produjo resultados bastantes tristes: pérdida de monumentos y tesoros artísticos, humillación y sufrimiento de muchas personas inocentes, pésimas consecuencias sociales de una desamortización despilfarrada, fracaso de todo intento de convivencia, fomento de la ideología antiliberal en los eclesiásticos, y falta de óptica política”. 45 la concordia España llegó a las proximidades del medio siglo XIX cansada, desangrada por guerras y disturbios, por efímeros y funestos gobiernos – casi a uno por año –, 45 M. REVUELTA, “Exclaustración”: DHEE, t. V, Madrid, CSIC, 1987, pp. 303 y 307. Más explanados análisis del mismo autor en su libro La exclaustración , Madrid, BAC, 1976, y en el artículo “Vicisitudes y colocaciones de un grupo social marginado: los exclaustrados”, Hispania sacra , 32, 1980, pp. 323-351. Crisis de las relaciones Estado-Iglesia en Puerto Rico...

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=