Cristianos en salida, santos del presente

82 actas del vii congreso católicos y vida pública Dice S. Pablo que Cristo murió para que el hombre deje de vivir para sí mismo. ¡Tiene que ser una gran maldición vivir para uno mismo! Tenerse que ofrecer todo a uno mismo: la mujer, los hijos, el trabajo, todo ofrecido a uno mismo, sin ver lo que pasa a nuestro alrededor, sin la capacidad de ver la periferia que está en nuestra casa, en nuestro barrio, en el trabajo, el Lázaro que está ante nuestra puerta. Y ¿cómo se puede salir de esta situación? Pues dejando que Cristo, su Espíritu, ocupe nuestro centro. En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí . (Gál 2, 19-20) Y esto no se puede hacer solo, esto se realiza como Iglesia, como comunidad. Y es un proceso, el proceso de una vida. Cristo no es solo un ejemplo a seguir, un modelo a imitar, sería muy difícil y cansado. Jesús nos ha dejado su Espíritu, ha sido constituido Espíritu que da Vida. Y es este Espíritu que nos hace imitar a Cristo. El hecho de que Cristo, su Espíritu, habite el centro de Pablo lo hace salir, alcanzar las periferias de su tiempo, a los paganos, los que no habían tenido acceso a la salvación. ¡El gran olvidado: el Espíritu Santo! ¿quiénes son los santos? Son hombres y mujeres cuyo centro ha sido ocupado por Cristo, que han realizado este viaje abrahámico de salir de un centro para alcanzar las periferias, apoyándose en la llamada que recibieron del Señor, y que testifican que este viaje es posible, que no se pierde nada, al contrario, se gana el cielo. Son hombres y mujeres frágiles, débiles, que, humanamente valen poco y, sin embargo, han realizado obras inmensas, han alcanzado todas las periferias humanas, las peores. El papa Francisco es evangélico. Lo importante es que “este” papa dice estas cosas ahora, en este momento concreto de la historia de la Iglesia y de la humanidad: a ti y a mí. La Iglesia tiene que alcanzar las periferias y pasar de la periferia a la persona. Ver en la periferia al otro y que el otro sea mi prójimo, no un número. Y esto en el orden económico,

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