El desafío de una educación solidaria

38 actas del viii congreso católicos y vida pública Quizás falte la evidencia empírica, el ejemplo práctico. Me viene a la cabeza lo que me repetían cuando me enseñaban a ir en bicicleta: no mires la rueda, mira adelante o te caerás mareado. Este consejo un tanto rupestre, pero real, es un claro indicador: no te mires a ti mismo, rompe tu agenda personal y pon por delante la de los demás (uno a uno, huye del “todos”, eflujo emotivo, retórico y tranquilizador que solo apaga el ruido que no existe, el del panteón). Está claro que la felicidad (recupero esta palabra en el tramo final de la intervención) no es un derecho, sino una obligación. El que renuncie a ser feliz, paradójicamente obtendrá la felicidad, decía el fundador de mi universidad. Y esto está en la calle, es un producto maduro al alcance de cualquier fortuna. Dramatizando un poco podría decirse también, y creo que es de la misma fuente que acabo de mencionar, aunque no dispongo del texto preciso, que la alternativa que se nos presenta es bien clara: o santo o tonto, pero primero hay que educar con el ejemplo. La economía tiene poco que hacer en el nivel en el que estamos hablando. Para ella el hombre es un consumidor insaciable, y en este Congreso en el que llevo escasas tres horas ya he oído varias veces que solo obtienes lo que das. Me viene a la cabeza una breve prosa que aprendí en el colegio del premio Nobel de Literatura Rabrindanath Tagore que relataba cómo un pobre ambulante al llegar en la noche a su cobertizo y volcar en el suelo el saco donde acumulaba su miseria, unos pocos granos de trigo, descubrió uno que brillaba porque era de oro y recordó que otro pobre con el que se cruzó en el camino le detuvo pidiéndole una limosna y él metiendo la mano en su hatillo le entregó un grano de trigo… y termina el relato diciendo: ¡Oh cuán amargamente lloré por no haber tenido la generosidad de dárselo todo… Pues en esta nueva economía que está por escribirse y en la que el papa Francisco ha colaborado con unas líneas, hay unos principios de los que ahora solo he esbozado unos pocos: “tienes tanto como das”, “recuperas tu yo cuando te olvidas de él”. Hay que aprender a “adivinar qué necesitan los que te rodean”, aunque no te lo pidan; “felicidad es dar sin esperanza de recuperar (se dice a fondo perdido)”; “el maestro cuanto más mudo mejor” (y para aplicarme el cuento, aquí termino).

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