El desafío de una educación solidaria

41 el desafío de una educación solidaria control, ha sido utilizada como justificación para el abuso, pero si usted busca el pasaje que dice: “El señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén para que lo guardara y lo cultivara” (Gn. 2, 15). Ahí está explícitamente lo que nos está pidiendo que hagamos con lo creado: guardarlo, no maltratarlo, es cuidar de él, custodiarlo y cultivarlo. Hay muchos ambientalistas que pretenden que no se haga absolutamente nada con la naturaleza. Pero eso no puede ser, porque la palabra dice que hay que cultivarla. Nuestro salvador Jesucristo era carpintero y ¿qué hace el carpintero? Bueno pues tiene que utilizar la madera para hacer mesas, para hacer sillas y por consiguiente está utilizando la naturaleza para el beneficio del ser humano. No es cuestión de no tocar la naturaleza, es utilizarla, bien utilizada, sabiamente. Yo soy testigo de las veces que nuestro Padre celestial ha cuidado de mí y me ha guiado y, en cierto modo, me ha cultivado y de eso quiero dar testimonio. No solamente es el ser humano quien debe cultivar y cuidar la tierra, sino que nuestro Padre celestial hace eso mismo con nosotros. Y yo, preparando esta presentación, me veo forzado a estudiar esto, a analizar, a repasar mi vida, a hacer un acto de conciencia sobre lo que ha sucedido en mi vida. De hecho, los exhorto a ustedes a que hagan lo mismo. Vean cuántas veces nuestro Padre celestial los ha guiado y los ha cuidado durante su vida. Dice: “Durante seis días harás tus trabajos, pero el séptimo día descansarás para que reposen tu toro y tu asno” (Ex 23, 12). Ese pasaje implica que tú puedes utilizar el toro y el asno para el trabajo, pero también te pide que les des descanso, así que tienes que cuidar de ellos. No es que abuses del toro, no es que abuses del asno, vas a cuidar de ellos también. Fíjense cuando dice: “Si ves al asno o al buey de tu hermano caído en el camino, no te desentiendas, ayúdalo a levantarse.” (Dt 22, 4). Así que tú, no solamente vas a cuidar todo aquello que está siendo asignado a ti, sino que vas a cuidar lo que es de otras personas. No solamente te ocuparás de cuidar a tus hijos, cuidarás también al hijo del vecino, a los amiguitos de tu hijo. Eso va mucho más allá de simplemente cuidar a nuestros hijos, hay que ocuparse de los demás, ocuparse del prójimo y de las posesiones del prójimo también. “¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios.” (Lc 12, 6). Así que todas estas cosas, por más sencillas que sean, nuestro Padre celestial está muy pendiente de ellas. “¿No es este el carpintero, el hijo de María?” (Mc 6, 3). De nuevo, como mencioné antes,

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