Koinonia | 2005-2006

La verdad sobre el código Da Vinci 130 engendro de esta categoría le haga a uno vacilar en su fe. Si tú tienes fe, pues conserva tu fe y olvídate de esto”. Aun más: “como yo tengo fe y como mi fe no me la van a alterar, yo puedo leer tranquilamente El Código da Vinci ”. Considero que esta es una temeridad. Primero porque no denota que uno tenga la fe católica propiamente, porque la fe católica es la fe de Cristo y Cristo dijo que no venía a apagar el pabilo vacilante, ni a romper la caña quebrada, venía a traer la esperanza a los débiles. Y un católico no puede olímpicamente recostarse en sus seguridades viendo como sus hermanos tambalean en sus convicciones. ¿Qué no han recibido una formación adecuada? Ya lo sabemos, pero ¿por eso nosotros tenemos que replegarnos en la autocomplacencia de decirnos: “a mí la fe no me la tocan, mira como se la tocan a todos”?. ¿Y qué decir de aquellos cuya única aproximación a la Iglesia Católica, no siendo cristianos, va a ser el mensaje cargado de prejuicios de El Código da Vinci ? ¿Es que acaso no tengo yo que estar preocupado de ellos, viendo como se instala y se afianza un cada vez más endurecido prejuicio contra la Iglesia Católica y contra Jesucristo? Yo no puedo quedarme impávido, yo no puedo dormirme en mi seguridad porque, aunque estaré seguro, no estaré seguro de la doctrina de Cristo, porque esa no es la actitud que Cristo predicó. Dice San Pablo, “que esta es la voluntad de Dios, que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Y no hay católico que no se haga eco de estas palabras. Porque si no estamos hablando de otra cosa, no de la fe de Cristo. La fe de Cristo es un celo por la salvación de las almas. La doctrina de El Código da Vinci Tercer foco de peligrosidad y donde es más clara la intencionalidad radicalmente incompatible con el cristianismo es el intento de presentar una doctrina no digamos coherente -porque es lo más incoherente que me he encontrado en mi la vida-, pero reconocible de un culto que se inserta en la espiritualidad que se puede rotular como New Age . Dan Brown nos propone una religiosidad difusa, carente de dogmas, que rechaza un Dios personal, una especie de panteísmo emanantista originario en el cual todo fluye sin que nada esté marcado por ninguna definición dogmática. No hay ningún Dios que me imponga nada, ni que me quiera, ni que intervenga: solamente estoy yo que soy la parte del todo. Y como tal lo único que tengo que hacer es reintegrarme en el todo. Y curiosamente todas las corriente New Age , tienen una exaltación de la irracionalidad, porque la racionalidad es el fruto de un Dios creador, que crea seres a su imagen y semejanza, racionales. Un Dios panteísta no es

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