Koinonia | 2005-2006

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 23 constante compromiso de la Iglesia, fiel a la Gracia de la salvación de Cristo y a la amorosa solicitud por la suerte de la humanidad» ( Compendio, n. 8). [2] S e ilustra, sobre todo en el capítulo II, el carácter eclesiológico de la doctrina social, es decir, su relación con la misión de la Iglesia, con la evangelización y el anuncio de la salvación cristiana en el contexto de las realidades temporales. [3] C f. J UAN P ABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41. De la íntima conexión entre doctrina social y misión de la Iglesia, trata precisamente un famoso pasaje de la Centesimus annus . Juan Pablo II, en el n. 54 de esta encíclica afirmaba que: «la doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo. Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de lo demás». A la doctrina social le interesa el proyecto de Dios sobre el hombre y si se ocupa de trabajo humano, economía, política, paz... lo hace desde la perspectiva del anuncio cristiano de salvación. [4] C f. J UAN P ABLO II, Discurso a los representantes de las semanas sociales, 23 de Septiembre de 1995: L’Osservatore romano, edición española (6 de Octubre de 1995), p. 5. [5] B ENEDICTO XVI, Discurso a los Miembros de las Academias Pontificias, 5 de noviembre de 2005 [6] J . R ATZINGER , Fede Verità e Tolleranza. Il Cristianesimo e le religioni del mondo, Cantagalli, Siena 2003, p. 186. [7] P ara este propósito vale la pena dejar hablar al Compendio que, con claridad ejemplar afirma: « La persona humana debe ser comprendida siempre en su irrepetible e insuprimible singularidad . En efecto, el hombre existe ante todo como subjetividad , como centro de conciencia y de libertad , cuya historia única y distinta de las demás expresa su irreductibilidad ante cualquier intento de circunscribirlo a esquemas de pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no. Esto impone, ante todo, no sólo la exigencia del simple respeto por parte de todos, y especialmente de las instituciones políticas y sociales y de sus responsables, en relación a cada hombre de este mundo, sino que además, y en mayor medida, comporta que el primer compromiso de cada uno hacia el otro, y sobre todo de estas mismas instituciones, se debe situar en la promoción del desarrollo integral de la persona» (131). [8] L a Centesimus annus afirma: «Existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay exigencias humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar» (n. 40).

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