Koinonia | 2005-2006

Siéntanse orgullosos de ser profesores católicos 33 Pero esto, lo que nos debe hacer ver es la importancia de la educación para la justicia y la paz. De una educación fundamentada en valores humanos y cristianos auténticos. Mucho me temo, que hoy se estén perdiendo, precisamente, esos valores, y que estemos al vaivén de las olas de la nueva era, donde la verdad y la libertad se ponen en entredicho, donde el relativismo y el subjetivismo campean por sus fueros, donde la ley más fuerte se impone al más débil. No debe llamar la atención que el Papa haya hecho un llamamiento a las universidades para que no se limiten a enseñar, sino también a educar: “La universidad no cumplirá su función si se limita simplemente a trasmitir conocimientos, olvidando que también tiene vocación educativa”. “La universidad ha nacido del amor por el saber, de la curiosidad de conocer, de saber qué es el mundo, el ser humano. Pero también de un saber que lleva a la acción, que lleva en última instancia al amor”. Y añade, “el hombre no puede comprenderse plenamente si prescinde de Dios. Este es el motivo por el que no puede descuidarse la dimensión religiosa de la existencia humana”. “El educador tiene una urgente tarea humanizadora y la escuela es el mejor lugar para humanizar a través de la asimilación de la cultura”, ha dicho un obispo argentino, Mons. Mollaghan. La verdadera humanización incluye la dimensión espiritual y el llamado de Dios. El educador, según Mons. Mollaghan “debe adquirir hoy un nuevo estilo de presencia animadora de la comunidad; debe transmitir la cultura de la vida, desde el seno materno hasta la muerte; debe enseñar el valor de la solidaridad”. De este modo, el educador ha de ser “una persona de horizontes amplios, presencia testimonial de verdades difíciles y valores arduos, que brotan del amor y por los cuales se debe luchar y vivir”. En definitiva, quien tiene la misión de educar “es portador de un mensaje que no deja de mirar a Dios, nuestro creador, y que en la escuela católica tiene como centro al mismo Jesús, Divino Maestro, y a su Evangelio, y lo transluce en sus palabras y en sus obras, con un anuncio de vida, de caridad y salvación”. En la presente circunstancia por la que atraviesa Puerto Rico, me he preguntado, si no será una manifestación del alejamiento de Dios, que está sufriendo nuestra sociedad. Cuando Dios desaparece del panorama

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