Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 59 el marxismo, y esto porque los marxistas mismos habían puesto en el centro de esta polémica la cuestión del hombre”. El joven Wojtyla estaba apasionado por el tema del hombre y, dice, “cuando descubrí la vocación sacerdotal, comencé a ocuparme de él como el tema central de la actividad pastoral ”. “El origen de mis estudios centrados en el hombre, en la persona humana, es en primer lugar pastoral. Y es desde el ángulo de lo pastoral cómo, en Amor y responsabilidad, formulé el concepto de norma personalista. Tal norma es la tentativa de traducir el mandamiento del amor al lenguaje de la ética filosófica. La persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor. Somos justos en lo que afecta a una persona cuando la amamos: esto vale para Dios y vale para el hombre.” En nuestra sociedad, en que tanto se habla de los derechos de los individuos, Juan Pablo II estaba descubriendo en la experiencia de una de sus utopías trágicas y antihumanas que ha producido el terrible siglo XX, como lo era el comunismo marxista, que: “El Evangelio es la confirmación más plena de todos los derechos del hombre”. He aquí la piedra angular de la defensa de la dignidad del matrimonio y la familia y las personas que en él se tienen que promover, educar, defender, y madurar: “La afirmación de la persona por sí misma y el don sincero de sí mismo- no sólo no se excluyen mutuamente, sino que se confirman y se integran de modo recíproco. El hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose. Esta es la plena realización del mandamiento del amor. Esta es la plena verdad del hombre, una verdad que Cristo nos ha enseñado con Su vida y que la tradición de la moral cristiana- no menos que la tradición de los santos y de tantos héroes del amor por el prójimo- ha recogido y testimoniado en el curso de la historia. Si privamos a la libertad humana de esta perspectiva, si el hombre no se esfuerza por llegar a ser un don para los demás, entonces esa libertad puede revelarse peligrosa. Se convertirá en una libertad de hacer lo que yo considero bueno, lo que me procura un provecho o un placer, acaso un placer sublimado. Si no se acepta la perspectiva del don de sí mismo, subsistirá siempre el peligro de una libertad egoísta. Peligro contra el que luchó Kant; y en esa línea deben situarse también Max Scheler y todos los que, después de él, han compartido la ética de valores…Por eso, en el Evangelio está también contenida una

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