Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 65 persona; que la responsabilidad no falte ni en los legisladores, ni en los educadores ni en los pastores.” El Arzobispo, en el 1967, recién nombrado Cardenal, organizó en su residencia un curso intensivo de un año de duración sobre la preparación del matrimonio y sobre aspectos de la vida familiar. Participaron treinta sacerdotes y sesenta laicos. “El proyecto exploraba cuestiones de teología, filosofía, psicología y medicina. Había instructores provenientes de todos estos campos y el mismo Cardenal era un conferenciante regular. En el otoño de 1969 el programa informal se transformó en el Instituto Arquidiocesano de Estudios Familiares, que promocionaría conferencias sobre los aspectos relacionados con la familia, la Teología del matrimonio, la sexualidad humana, el cuidado de los niños y la cura de los estados depresivos post abortos. En la década siguiente el Instituto, afiliado a la Pontificia Facultad de Teología, evolucionó hacia un programa de dos años que instruía a 250 estudiantes: seminaristas, y laicos, sacerdotes, mujeres, que a su vez eran instructores y asistentes en los programas parroquiales de preparación al matrimonio que el Arzobispo quería que cada párroco tuviese. En 1974, el Cardenal instauró un programa de dos meses de preparación al matrimonio requerido antes de cualquier boda católica en su Arquidiócesis. También creó un fondo arquidiocesano para sustentar a madres solteras que se negaran al aborto y quisieran educar por si mismas a sus hijos. Las controversias ante los anticonceptivos que se agravaron después de la Humanae vitae del 1968, manifiestan la revolución sexual que iba a cuestionar toda la metodología de la Teología moral e iba a provocar una disidencia fuerte, provocadora y publicitaria que arreció su campaña anticatólica. El desarraigo, en nombre de la libertad humana, de la visión de la sexualidad de su matriz en el plan divino para la felicidad del hombre para situarlo en el individuo sin referencia moral objetiva alguna fuera de su misma opinión sobre la felicidad, ha provocado una fisura en la visión tanto de la naturaleza misma del matrimonio como en la función de la familia. De esto estaba muy consciente el Cardenal Wojtyla y por ello había tomado medidas prácticas como pastor de almas en su Arquidiócesis. La Providencia le iba a dar la oportunidad de traer al magisterio pontificio esa experiencia en la pastoral familiar y en sus raíces antropológicas y teológicas.

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