Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 69 comunión de personas en cuya imagen ha sido creado cada ser humano. El sacramento del matrimonio es un signo de la realidad divina y anticipa, en forma distinta pero, aún así, real, la condición de la comunión de los santos. Los dos modos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor son el Matrimonio y la Virginidad (cfr. FC 11). La totalidad exigida por el amor conyugal corresponde no sólo a la dimensión “esponsal”, es decir, a la mutua donación de los esposos y no sólo supera el acto físico, sino que es signo y fruto de una donación de la persona en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera el futuro, ya no se donaría totalmente. También la total entrega lleva a una fecundidad responsable y está orientada a engendrar una persona humana que en su naturaleza supera el orden puramente biológico. El único lugar que hace posible esta donación es el matrimonio como pacto de amor conyugal o elección consciente y libre con la cual el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo (cfr. FC 11). Será una característica del Papa Wojtyla arrancar de un texto bíblico y estudiarlo desde sus presupuestos filosóficos y teológicos, abriéndolo a la iluminación de la vida espiritual. Por ello el Papa habla del amor esponsal de Dios manifestado en la historia de la elección y salvación de Israel (FC 12). Jesucristo culmina esa historia de amor entre Dios y su pueblo y es la encarnación de la fidelidad del amor de Dios por la humanidad entera. “El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó” (FC 13). Sólo en el sacramento del matrimonio alcanza el amor conyugal la plenitud a la cual está ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo propio y específico del que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se dona en la cruz” (FC 13). La recíproca pertenencia de los esposos es “representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” (FC 13). El sacramento nupcial es recuerdo permanente de lo que acaeció en la cruz y son testigos ante los hijos de la salvación. “Según el designio de Dios, el matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole, en la que encuentra su coronación” (FC 14). Al hacerse padres los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad y su amor paterno esta llamado a ser para los hijos. El signo visible del mismo amor de Dios. El matrimonio en su conjunto de

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