Koinonia | 2005-2006

Autismo existencial 90 despilfarrar menos, sencillamente si no perdiésemos de vista el tú. Porque la gente es muy buena con sus hijos: conozco gente que está orgullosa: “yo soy un papá muy bueno, le doy a mi hijo todo (y eso después de robarles todo a los hijos de los demás)”. Por ese tipo de familia asquerosa es por la que yo no daría un solo centavo. Una cosa es la familia sana, pero a la gente se le llena la boca con la palabra familia , mientras en ella el padre roba a los hijos de los demás, ¿qué tipo de familia es? ¿Cualquier familia vale? ¿La mafia como familia, es una buena familia? Pues somos familias mafiosas. Ustedes no, claro, pero el resto de la humanidad sí. No se preocupen, ustedes no. El resto de la humanidad. Dirán: ¿por qué nos ataca? Miren, si alguno piensa que le estoy agrediendo está muy enfermo. Ahí es adonde voy. Si alguno cree que yo con este discursito estoy afrentándole es porque está tan enfermo, que no tiene solución. No reconoce el mal en sí mismo y no se reconoce a sí mismo como agente propagador del mal. ¿Qué medicina se le puede dar a esta gente? Ninguna. ¡Que se mueran llenos de placer! Por cierto, me irrita cuando los universitarios (ignoro si acá en Puerto Rico hacen lo mismo, pero en casi todo el mundo) en sus grandes ceremonias de apertura y clausura de curso académico –así los llaman: dime de qué presumen y te diré de que carecen- cantan en un latín que ellos mismos no entienden lo siguiente: “Alegrémonos mientras somos jóvenes, después de la alegre juventud y de la triste senectud sólo nos espera la muerte”. Gaudeamus igitur : gran proyecto académico. Certificado de defunción, el título como arma “defuncional” (hay muchas armas que matan, no solamente las conocidas). Y esto por no seguir. De verdad por no seguir. Vamos hacia un mundo de consumistas compulsivos, que sufren por no tener el último modelo de algo hábilmente publicitado, muchas veces superfluo. La psico-sociología ha descubierto y entregado a los focos publicitarios las necesidades y su insaciabilidad. Las necesidades se han tornado insaciables gracias a la publicidad y a otros mecanismos de promoción que han universalizado el consumo de lujo. Ahora los lujos para los acomodados deben ser convertidos en necesidades para las clases más pobres. Los publicistas no informan sobre los productos mismos, tan sólo resaltan el rol social con reclamos emotivos sobre el estatus que da la posesión de ese producto. No sólo los jóvenes, también la clase trabajadora ha sido reeducada en el consumo de los bienes de lujo. Los hijos de los pobres se sienten frustrados por no poder acceder al consumo de determinadas marcas de zapatos o de jeans. Es decir, que el marquismo de la marca

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