Koinonia | 2005-2006

Paul Ricoeur: una lectura de la condición del hombre contemporáneo 95 “Filosofía de la voluntad”: ¿por qué? Porque si algo desconocemos son los motivos que nos mueven ahora. Tantos motivos los tenemos claros, pero la mayoría de las veces, con la claridad de la razón, interfieren los sentimientos, intervienen los afectos; y cuando la razón dice sí, el corazón dice no; o tal vez sea al revés, el corazón dice no y la razón dice sí. Y ahí está la dicotomía en la que nos movemos, una dificultad por esclarecer los motivos y las razones de fondo de nuestras propias decisiones y nuestras propias intenciones, y de las intuiciones y acciones que podemos llevar a cabo. Esa fue la gran preocupación del primer Ricoeur, preocupación vinculada fundamentalmente a la filosofía de la existencia y a la filosofía de los años de post-guerra. Cuando empiezan las grandes obras de él, Jean Paul Sartre ya ha publicado en 1943 El Ser y la Nada (un libro extraordinario), y Heidegger había publicado, a finales de la década de los Veinte, Ser y tiempo . Se trataba de filosofías que estaban preocupadas por saber qué es el ser humano, porque al fin y al cabo el ser humano soy yo. Pero aquí se patentiza inmediatamente el problema: el otro es también un ser humano, igual que yo, y esa es la primera preocupación que yo sintetizo como valor de lo voluntario y lo involuntario . Hablar de los seres humanos es hablar de su cuerpo, es tener presente que somos seres con un organismo, un organismo vivo e, importante, un organismo impulsivo, un organismo con tendencias, con deseos, vinculado a un inconsciente que hace y deshace a su propio ritmo y obliga a cuestionarnos más tarde: ¿qué nos ha pasado? Pues no se trata simplemente de que el ser humano se mueva, por su voluntariedad, por una libertad clara y diáfana, sino que hay un involuntario corporal que coacciona la propia acción. Esto lleva a Ricoeur a hablar de la desigualdad del ser humano, concepto que toma fundamentalmente de Pascal y que luego mediatiza a través de la reflexión con Kant. El ser humano es un ser desigual, quiere muchas cosas y puede pocas; queremos mucho, aspiramos más, pero podemos muy poco. Por tanto, hay desigualdad entre el querer y el poder, entre la tendencia de nuestra razón y de nuestra imaginación a acceder a mundos absolutamente imaginarios. Deseamos ir a mundos reales que nos circunscriben cada día nuestras circunstancias, como diría Ortega y Gasset. En esto coinciden Ricoeur con nuestro maestro y compañero, Ortega y Gasset, buen filósofo y catedrático de nuestra universidad. Ortega afirmaba “yo soy yo y mis circunstancias”, y la circunstancia no es sólo el lugar en que estoy, también es con quién convivo, y ese “con quien convivo” es un cuerpo que no conozco. Esa es la desigualdad, desigualdad respecto del

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