Koinonía 2006-2007

Hay que salvar la dignidad de la persona humana 72 la concordia, en comunión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Sobre el tema referente a la Familia en el Nuevo Código, me parece oportuno hacer los siguientes señalamientos: A mi entender, mucho se ha criticado a la Iglesia y se la critica, por su intransigencia, se dice, en materia de índole sexual y su doctrina acerca del matrimonio y la familia. En realidad, sin conocimiento de causa. Los que menos conocen la doctrina de la Iglesia, son los que más la critican. Quizás, por aquello de que la ignorancia es muy atrevida. Yo quisiera hacer una afirmación que considero medular en toda esta discusión que se ha generado en torno al Borrador del Código Civil en el capítulo concerniente a la Familia: hay que salvar a toda costa la dignidad de la persona humana. No es de incumbencia de la Iglesia inmiscuirse en política o en terreno de la competencia civil. Pero nadie puede prohibir a la Iglesia la defensa de la dignidad de la persona humana. Tal defensa transciende los límites de la política y del Estado. En realidad, de esto es de lo que se trata, de salvaguardar la dignidad del hombre, de la persona humana, de que verdaderamente la persona humana sea sujeto y no simple objeto. Sujeto pensante, dotado de razón, y por tanto abierto a la verdad y a la libertad, no expuesto a la manipulación ni al chantaje. Esto conlleva que se hable de una “sexualidad humana”, de “relaciones humanas”, de “persona humana”, de “generación humana”, quedando salvaguardada siempre la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Tomemos como ejemplo la actitud de la Iglesia respecto al aborto. La Iglesia no se limita a decir no al aborto, ni se obstina en el no al aborto. En realidad la Iglesia lo que está defendiendo es el Sí a la vida, el Sí al derecho a nacer, el Sí a la dignidad e integridad de la persona humana. La vida humana, la dignidad de la persona humana está por encima de toda otra consideración, económica, médica, social o política, y de toda consideración de índole egoísta, hedonista y materialista. Quien defiende la vida y la dignidad de la persona human, y ve en peligro cualquiera de las dos, y es consecuente consigo mismo, se deberá poner necesariamente en contra del aborto. Si defender la vida, defender la dignidad de la persona humana es obsoleto y anticuado, entonces, ciertamente, la Iglesia sí debe ser

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