Koinonía 2008-2009

28 emergencia y de riesgo educativo y, por tanto, de reinicio a partir de la persona. 2.1 Desde la libertad Benedicto XVI responde con la profunda positividad de mirada que lo caracteriza cuando la dictadura del positivismo parece predominar en la universidad. “Ante esta situación –insiste- quisiera deciros algo muy sencillo: ¡No tengáis miedo! Todas estas dificultades, de hecho, no son insuperables. Son más bien, por así decir, la otra cara de la moneda de ese don grande y precioso que es nuestra libertad, con la responsabilidad que justamente implica. A diferencia de lo que sucede en el campo técnico o económico, en donde los progresos de hoy pueden sumarse a los del pasado, en el ámbito de la formación y del crecimiento moral de las personas no se da una posibilidad semejante de acumulación, pues la libertad del hombre siempre es nueva y, por tanto, cada persona y cada generación tiene que tomar nueva y personalmente sus decisiones. Incluso los valores más grandes del pasado no pueden ser simplemente heredados, tienen que ser asumidos y renovados a través de una opción personal, que con frecuencia cuesta. (…Porque) sería una educación sumamente pobre la que se limitara a dar nociones e informaciones, dejando a un lado la gran pregunta por la verdad, ante todo sobre esa verdad que puede ser la guía de la vida” 6 . Esta aventura siempre abierta de la libertad requiere como condición fundamental la coherencia intelectual en función del ideal. Sin esto la presencia propositiva del profesor-educador se restringe al ejemplo moral, que es frágil y, por sí solo, permanece distante y hasta equívoco. Es la coherencia intelectual o cultural la que otorga una conciencia despierta y la que juzga desde la verdad y reanima desde la amistad la coherencia moral. También porque emprender la aventura de educarse es sobre todo seguir un método a través de una presencia y no sólo estudiar textos, aunque éstos son necesarios. Por eso “la educación tampoco puede prescindir del prestigio que hace creíble el ejercicio de la autoridad. Ésta es fruto de experiencia y competencia, pero se logra sobre todo con la coherencia (ideal) de la propia vida y con el compromiso personal, expresión del amor auténtico. El educador es, por tanto, un testigo de la verdad y del bien: ciertamente él también es frágil, y puede tener fallos, pero tratará de ponerse siempre 6 Benedicto XVI, “La tarea urgente de la Educación”, carta a la diócesis y a la ciudad de Roma, 29/I/08. Ampliar la razón para vivir hoy la universidad

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