Koinonía 2008-2009

70 todo matrimonio en este mundo. Si dos personas quieren convertirse en una comunidad de amor surgirán muchas situaciones diversas que les exigirán practicar la renuncia de sí mismos. Si esto no se quiere aceptar, lo que demostraría en primer lugar una seria inmadurez, muchas cosas van a ir mal en ese matrimonio. En Puerto Rico la cifra de divorcios alcanza hasta un 60%; esta estadística es bastante elocuente en relación al problema de que hablamos. En cambio, una pareja que vive la responsabilidad también en sus relaciones sexuales –hay momentos de abstención porque buscan el bien común–, en ellos la relación sexual se vive con plena libertad: se entregan sexualmente cuando lo han decido así; no hay negación sino aceptación plena de ambos y de toda su realidad humana. Este mismo hecho les ayudará a vivir otras situaciones en su matrimonio que igualmente les exigirán algún sacrificio. Resumiendo esta parte: mediante el recurso a la continencia periódica se mantienen ambos sentidos de la relación sexual: el significado unitivo, porque hay una donación total de la persona sin cancelar nada de su realidad; y el significado procreativo, porque, como hemos explicado, a pesar de que no ocurra una concepción, no han hecho nada voluntario para cancelar este significado. Ahora pasemos a considerar los métodos anticonceptivos; aquí es muy distinto. En el caso de la anticoncepción el método lo es todo. Antes dijimos que el método natural solamente ofrece una información, nada más; aquí en cambio el método lo es todo. Es el método por su propia naturaleza el que hace que la relación sexual pierda su significado procreativo, lo anula. No se le exige a la pareja un cambio en su comportamiento sexual, como sucede con la continencia periódica, porque el método mismo se encarga de anular su capacidad procreadora. Al recurrir a la anticoncepción es como si se dijeran mutuamente: “yo me quiero entregar a ti, pero no acepto que tú puedas ser madre, no acepto algo que pertenece a tu propia realidad humana como mujer; ni acepto que yo pueda ser padre, algo que pertenece a mi propia realidad humana como varón; esto lo niego, lo quiero cancelar de nuestra realidad humana”. Por ende, hay una realidad personal (recordemos de nuevo que el cuerpo es la persona y su capacidad procreadora pertenece a su ser personal), algo que es parte de cada uno, que no están entregando ni están acogiendo. Se están diciendo mutuamente: yo de ti no quiero esto, escojo y cancelo algo tuyo que no La “Humanae Vitae” y la teología del cuerpo en Juan Pablo II

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