Koinonía 2009-2010

Libertad y “nuevos derechos” 37 Sin embargo, no hay quien pueda ignorar el potencial conflictivo que este tipo de cultura contiene respecto a la posibilidad de crear un clima de pacífica convivencia civil. He aquí entonces la inevitable necesidad de instituir “reglas” para la convivencia entre individuos dotados de libertades autónomas e independientes. Lo que se rechaza radicalmente en la vida personal-cotidiana, se invoca siempre más en la dimensión de la vida social: todo debe estar reglamentado y codificado, justo para garantizar el espacio en el que cada cual pueda perseguir los bienes, los valores y las formas de vida que más le agraden y le convengan. La ética tiende a identificarse con el espacio propio del “derecho” y se reduce, por definición, a “ética social”. El campo propio de la discusión ética es solo lo que transciende de la “vida privada” hacia la “vida pública”. Ésta, además, debe ser reglamentada de común acuerdo, es decir, según normas de procedimiento que se consideran justas, no porque estén justificadas por alguna concepción del bien o de la verdad, sino porque estén consensualmente aceptadas 7 . Esta división entre derechos de la vida privada y deberes de la vida pública ha plasmado la situación actual de nuestras sociedades occidentales, donde el máximo “rigor moral” exigido en las conductas públicas convive con el máximo “permisivismo” en el ámbito de la conducta privada. Pero, ¿es posible trazar una línea clara y bien definida entre la esfera de la vida pública y la esfera de la vida privada? Porque, en realidad, ¿quién es el sujeto que elabora la moral pública? ¿Puede este sujeto prescindir de sus consideraciones personales acerca de los bienes y de la relevancia que ellos tienen desde su perspectiva? Los seres humanos juzgan, deciden y actúan, también en la vida pública, guiados y movidos por su exigencia de plena realización, por un ideal de felicidad, de bien, de libertad y de justicia, que se han formado y les ha convencido antes de llegar a la discusión de los problemas de la vida pública. ¿No será ingenuo pensar que es realmente posible perseguir cualquier forma de vida privada sin entrar en conflicto con las normas públicas? ¿Por qué un individuo, que ha cultivado privadamente ciertas costumbres o ciertas pasiones incompatibles con las reglas establecidas, debería someterse a ellas en sus actuaciones en el ámbito público? Hay ideales de vida y metas subjetivas (dinero, poder, diversión, placer, etc.) que a menudo entran en conflicto con las normas públicas, y normas públicas que entran en conflicto con la vida privada. Como reconoce G. 7 A pesar de importantes diferencias en sus planteamientos, John Rawls, Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas comparten esta visión de la ética como búsqueda de reglas para la convivencia social. Para profundizar sobre este tema cfr. G. Zaffaroni, Ética de la realización humana. Una figura de ética zubiriana. Lima: Fondo Editorial Universidad Católica Sedes Sapientiae, 2008.

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