Koinonía 2010-2011

descubrimos dentro de nosotros y que se despierta constantemente en nosotros. Siempre me ha llamado mucho la atención que el Misterio (el Misterio que nos ha hecho, Dios) nos haya lanzado al mundo, a la vida, solamente con este criterio. ¡Qué confianza! ¡Qué certeza en este criterio! Criterio que es objetivo e infalible para no perderse en la vida, para poder tener con que hacer la aventura humana. Yo quedé fascinado cuando, encontrando a don Luigi Giussani, él me hizo consciente de este instrumento que yo tenía para poder hacer la aventura de la vida: porque con ese criterio podía juzgar cada cosa que experimentaba, cada cosa que vivía. Por eso, cada uno de nosotros, en cualquiera etapa de la vida en la que se encuentra, puede hacer verdaderamente un camino humano. Yo le agradecía siempre esto a Don Giussani. Cuando lo encontré, yo había ya estudiado varios años en el seminario, era sacerdote desde hacía diez años, pero no había sido verdaderamente consciente de este instrumento que yo tenía dentro, que me permitía juzgar todo, que todo lo que me sucediera en la vida pudiera ser ocasión de aprender, que yo pudiera usar este criterio para descubrir qué es lo que verdaderamente me hacia feliz, qué es lo que verdaderamente correspondía a todas las exigencias que yo tenía. Reconocer este criterio es la afirmación más grande que se puede hacer de la dignidad de un hombre, porque tantas veces se nos induce a pensar que somos tontos, que no tenemos la capacidad de conocer la realidad, que hay otro que es más inteligente que nosotros y que nos tiene que decir: «No te preocupes, te lo explico yo», y así nos toman el pelo. ¡No! Cada uno de nosotros puede conocer cuándo algo le hace feliz y cuándo no. Y esto impide que nadie nos tome el pelo, que nadie pueda engañarnos prometiéndonos algo que en el fondo no es capaz de responder a todas las exigencias que cada uno de nosotros tiene. Tampoco permite que nos engañemos a nosotros mismos. Tantas veces nos gustaría no sentir toda la exigencia que tenemos. Nos gustaría conformarnos. ¿Por qué si consigo este trabajo o consigo enamorarme, por qué no me basta? Nos gustaría reducirlo, nos gustaría que fuera un criterio manipulable. ¿Si yo no puedo llegar a más, por qué no conformarme con menos? Aquí es donde está la objetividad del criterio y es que el Misterio nos ha hecho para una felicidad tan grande, para un cumplimiento de la vida tan pleno, que no consiente que tampoco nosotros mismos lo manipulemos, ¡tanto nos lo ha metido en nuestra naturaleza, en la estructura de nuestro yo! Y es la modalidad con la que cada uno de nosotros puede constantemente caminar al destino sin tener

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