Koinonía 2010-2011

Es esta una actitud que Galileo perseguirá continuamente hasta que su condición de salud se lo permita. Así, desde las observaciones contenidas en el Sidereus Nuncius se pasa a la observación de Venus, Mercurio y Saturno. En modo particular en dos cartas, ambas del 30 de diciembre 1610: la primera enviada al matemático Clavius S.J; la segunda la dirige al discípulo y amigo Benedetto Castelli. Galileo habla por primera vez de las fases de Venus y de Mercurio: las fases de Venus observadas de manera distinta, a diferencia de aquellas de Mercurio que, con el telescopio que poseía en aquel momento, no podrían mostrarse con la misma nitidez. Al final de la carta a Castelli Galileo escribe: “Usted casi me ha provocado risa al decir que con estas aparentes observaciones se podrían convencer a los obstinados, aunque usted no sabe que para convencer a los que son capaces de razón y deseosos de conocer lo verdadero eran suficientes las otras demostraciones, producidas anteriormente; pero para convencer a los obstinados que no se interesan de otra cosa que del vano aplauso del estupidísimo y estultísimo vulgo, no serían siquiera suficientes el testimonio de las mismas estrellas que, bajadas en la tierra, hablaran de sí mismas” . 8 Frente a aquellos que no utilizan la razón, no serían suficientes las mismas estrellas para confirmar sus presencias y movimientos. Por lo que prosigue el científico: “Procuramos saber algo para nosotros mismos, quedándonos quietos en esta sola satisfacción; dejando de lado el deseo y la espera que ser apreciados por la opinión popular o de ganar el consenso de los filósofos in libris ” . 9 No se pueden quedar neutrales frente a las observaciones de Galileo: de una parte están los obstinados, de la otra quienes son “capaces de razón”. Galileo no tiene duda sobre la validez de sus observaciones y sobre la necesidad de interesar a aquellos que tienen “deseo de alcanzar la verdad”. A los pocos meses Galileo estará en Roma: el 29 de marzo 1611 llega a la capital y al día siguiente se apurara a acercarse al Colegio Romano para encontrar allí a su viejo amigo Cristopher Clavius y a los otros jesuitas matemáticos. He aquí el relato que Galileo envía al secretario de Estado, Belisario Vinta: “Fui donde los padres jesuitas y, mientras estuve largamente con el padre Clavius y con otros dos padres, he encontrado que los dichos padres, habiendo finalmente conocido la verdad de los nuevos planetas mediceos desde hace dos meses, han realizado sobre ellos continuas observaciones y siguen 8 Galilei, Opere , vol. X, pp. 503-504. 9 Galilei, Opere , vol. X, p. 504

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