Koinonía 2010-2011

naturaleza. Grandes, sea por la excelencia de la cosas mismas, sea por la novedad jamás oída hasta ahora, sea también por el instrumento por cuyo medio esas cosas mismas se han manifestado a nuestros sentidos”. 5 Cosas grandes, un gran estupor. Galileo está seguro de la excepcionalidad de sus observaciones, de su carácter de imprevisto, de acontecimiento, tanto que se puede reconocer la naturaleza ineludible de aquello que aconteció en las frías y húmedas noches del invierno paduano. Así escribe en una Carta a Belisario Vinta, secretario de Estado del Granducado de Toscana: “Así, infinitamente, doy gracias a Dios, que se ha complacido en yo fuera el primer observador de una cosa digna de admiración y mantenida oculta por todos los siglos”. Un imprevisto irrumpe en la vida de Galileo, un imprevisto que penetra desde afuera e irradia su experiencia científica. Probablemente, mientras construye su primer telescopio y lo dona al Duque de Venecia, Leonardo Donati, justo hace casi 401 años (el 29 de agosto del 1609), Galileo desconoce todavía del todo lo que dentro de algunos meses acontecerá apuntando hacia el cielo aquel instrumento de su fabricación, gracias al cual se manifestarán a los sentidos las grandes novedades celestes. Desafortunadamente no conocemos el día exacto en que Galileo dirigió su “anteojo” ( telescopio ) hacia el cielo, pero seguramente su conmoción no pudo ser muy diferente de aquella que experimentan, todavía en nuestros días, cuantos no dejan de observar la naturaleza para captar y descubrir nuevos fenómenos, nuevos imprevistos o discontinuidades que irrumpen en la historia del conocimiento humano, porque como dice Teilhard de Chardin: “La historia del mundo de los vivientes se puede reducir como la elaboración de ojos siempre más perfectos dentro de un cosmos en el cual hay siempre algo más para ver”. 6 Ojos siempre más perfectos e investigaciones siempre más acuciosas: revisando la muy vasta correspondencia galileana de esos años, tenemos la neta percepción de un trabajo in fieri , de un working progress , (un trabajo en constante constante) como es propio de quien alcanzada una meta y desea ir más allá. Se trata de lo mismo que, muchos siglos antes, sugería San Agustín cuando escribía que el recorrido del conocimiento no se puede interrumpir nunca: “Buscamos como buscan aquellos que no han encontrado todavía, y encontramos como encuentran aquellos que todavía deben buscar, porque el hombre cuando ha terminado algo no ha hecho otra cosa sino comenzar”. 7 5 G. Galilei, Sidereus Nuncius , in Galilei, Opere , vol. III, p. 59. 6 Teilhard De Chardin, Il fenomeno umano , ed. Il Saggiatore, Milano 1968, pp. 29-30 . 7 Agustin de Ippona, De trinitate , XI, p. 1

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=