Koinonía 2010-2011

preciso percatarse de que, a través del contraceptivo ya se ha podido separar la procreación de la intimidad conyugal. Ahora, en el caso de la reproducción técnicamente asistida, se fragmenta el proceso natural, porque la unión del espermatozoide y el óvulo ocurre fuera del cuerpo y existe además la posibilidad de que la transferencia del embrión a la madre se realice a una mujer que no es la que ha ofrecido el óvulo. Inclusive, existe la posibilidad de que todo este proceso técnicamente sea realizado en el futuro en términos de clonación. Esto implica que el proceso natural, o sea, la intimidad matrimonial, la gestación, procreación y parto, se separan. Entonces, cabe la posibilidad de asignar cada etapa del proceso procreativo a una persona diferente. Y así se va transformando lo que se llama procreación natural en reproducción técnica . Esto obliga al legislador, desde el punto de vista de su compromiso ético, a repensar, definir y acordar el sentido de la maternidad, la fidelidad, la paternidad y lo que es el matrimonio, familia, sociedad y humanidad. La gran preocupación que surge inmediatamente es: ¿Cuál es el criterio que se va a utilizar? Es aquí donde la consideración de deberes de la institución matrimonio y familia que corresponde al legislador, y la procreación de cálculo de riesgo y beneficio de la reproducción técnicamente asistida que corresponde al tecno-científico, se orientan a una preocupación central cardinal extremadamente compleja. La perspectiva de una bioética personalista ¿Cuál es el criterio que vamos a utilizar para repensar todos estos temas y para poder designar cuál es el auténtico bien que buscamos en eso que llamamos beneficio? Porque hablar de beneficio supone tener una idea clara de qué es lo que es bueno. Sugiero dos modalidades para identificar este “bueno”: el consenso social , que podría llevarnos a la relatividad histórica que conjuga muy bien con el pluralismo de valores en el cual vivimos; la otra posibilidad es reconocer que hay una naturaleza humana y que esa naturaleza humana es una norma que se puede entender y que esa naturaleza humana, como norma inteligible, es de validez universal. Aquí es claro que nos comprometeríamos con una reflexión filosófica en apertura a la teología. En esta ocasión, voy a privilegiar esta modalidad y a exponerla como corresponde a una bioética que se sustenta en la antropología. Es la bioética personalista. ¿Por qué lo hago? Porque nos permite moderar la técnica y restaurar el valor propio de la naturaleza. Es el punto de vista de la bioética personalista, una bioética centrada en el pensar orgánico del padre Joseph Kentenich.

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=