Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

14 amada en algo que incomprensiblemente le rodea: algo real que la guarda y la alimenta... Ella es en cuanto que se le permite ser como algo amado. Existir es tan maravilloso como evidente. Todo, absolutamente todo lo que podrá y deberá añadirse después, será explicitación de esta primera experiencia. No hay ninguna seriedad de la vida que pueda sobrepasar este comienzo. No hay ninguna asunción administrativa de la existencia que la pueda hacer avanzar más allá de esta primera experiencia de asombro y de juego. No hay ningún encuentro que pueda añadir algo al encuentro con la primera sonrisa de la madre. La experiencia primera contiene ya lo insuperable. 17 Por este primer amor, Julia de Burgos es capaz de confiar a ese río-divinidad la suerte de su madre. ¡Oh, mi río, tus ojos pueden más horizontes Que las brisas partidas de mis manos pequeñas! ¡Por tu anhelo de verte perpetuado en mi carne busca el santo espejismo donde su alma me espera! La condición kenótica de este momento de pérdida le permite a Julia trascender su propio ser y su necesidad inmanente de tener a su madre cerca, para decidir soltar ese amor a la esperanza de un encuentro en la dimensión trascendente. ¡Oh, los gritos humanos! ¡Cómo parten mi sangre! ¡Oh, mi río, libértala de sus anclas de tierra! No le digas que sigo atajada en el suelo… Que me busque en los astros o en la voz de la selva. La poetisa le pide al Misterio que libere a su madre de las ataduras en la tierra (refiriéndose a ella) para que su alma suba a la tranquilidad del Silencio. Este amor sin apegos en el que el otro se olvida de sí y quiere y busca el bienestar del otro es la raíz del amor cristológico. Otra vez el río vuelve a ser figura protagónica en El rival de mi río .18 Aquí Julia se regocija ante el encuentro con el que será el gran amor de su vida. Compara su éxtasis amoroso a aquella primera experiencia de encuentro con el río eternal en Río Grande de Loíza: De pronto fue tornándose en pájaro mi boca, y un sentimiento cósmico inundó mis sentidos; me escondí en el secreto que estalló en tus pupilas, y adiviné en tu rostro al rival de mi río… Él tiene en sus caricias el gesto de tu abrazo, y en sus palabras cuelgan rumores parecidos al lenguaje que llevas en tu boca de agua desde el más quieto charco al más agreste risco. Tú me besaste un día despertándome el alma; él también me ha besado con un beso tan límpido, que no sé allá en mi espíritu si posar extasiada en el beso del hombre o en el beso del río. ¡Quién sabe si al vestirme con mi traje de carne, y al sentirte enroscado a mi anhelo más íntimo, surgiste a mi presencia en el río de sus ojos, para entregarte, humano, y sentirte más mío! En este poema el amor del hombre ha conseguido aunarse a la categoría del río-divino. En el encuentro con su amado siente percibir ahora toda la pureza del amor eterno desvelada para ella en la presencia corpórea de este ser en su mundo. Para ella éste constituye el momento kairológico en el que su vida se torna Acontecimiento. En sus sucesivas obras poéticas dedicará gran parte de su inspiración a lo que para ella es ese momento/umbral en el que se une el tiempo y el no tiempo. Pero, como veremos, este acontecimiento será a un mismo tiempo la plenitud ilusionada del amor y la muerte vertical del sentido de la vida. Julia de Burgos y el drama de la libertad: Julia de Burgos, desde muy joven, se posicionó fuera de tradicionalismos e ideologías impuestas. Se reconocía libre frente a los designios dictados desde afuera. Iba en pos de su realización personal más allá de las trincheras que franqueaba cualquier antropocentrismo, sobre todo, por encima de las cadenas que suponían para ella la superestructura patriarcal. Su paradójica vida fue una lucha constante entre su ser y la sombra. En su poema A Julia de Burgos, 19 presenta la lucha constante con su ser entre lo que se espera de ella y lo que ella está llamada a ser. En la dualidad que nos presenta se muestra la lucha por la consecución de su autenticidad por encima de cualquier condición limitante a su realización: Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga porque dicen que en verso doy al mundo tu yo. Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de Burgos. La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más profundo abismo se tiende entre las dos. Tú, fría muñeca de mentira social, y yo, viril destello de humana verdad. Tú, miel de cortesanas hipocresías; yo no; que en todos mis poemas desnudo el corazón. Tú eres como tu mundo, egoísta; yo no; que todo me lo juego a ser lo que soy yo. Tú eres sólo la grave señora señorona; Yo no; yo soy la vida, la fuerza, la mujer. Aquí Julia de Burgos reconoce la pureza de su identidad por encima de los condicionamientos sociales que, lejos de fundar su libertad y concederle el sentido, la corroen y la dañan. Desde la primera línea reconoce el carácter de envío

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=