Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

5 el despedidor de duelos”, nuestro autor presenta la figura de Valeriano, eterno acompañante de difuntos en los velorios de barrio (págs. x-xi). Entre las escritoras yaucanas que a lo largo del tiempo han incursionado en el relato, Amelia Agostini de del Río es la más prolífica. Estudiosa de la literatura puertorriqueña e hispana en general, se le recuerda como autora de valiosos trabajos antológicos y críticos ( Antología general de la literatura española , 1954, junto a su esposo Ángel del Río; Compañero del estudiante del Quijote , 1975, entre otros). Es una valiosa poeta, con varios poemarios a su haber ( A la sombra del arce (1965), Hasta que el sol muera (1969), Canto a San Juan de Puerto Rico y otros poemas (1974), entre otros. Como narradora ha publicado Viñetas de Puerto Rico (1965), cuentos ambientados en su infancia y juventud en Yauco y Puertorriqueños en Nueva York (1970), donde aborda la problemática de la emigración. En la nota introductoria a Puertorriqueños en Nueva York , la autora describe sintéticamente el origen y la intención de ese libro y de Viñetas de Puerto Rico : Si en Viñetas de Puerto Rico iban soterradas las añoranzas de mi niñez y de mi juventud, aquí van mis nostalgias por la tierra donde aprendí a amar y a compadecer, nostalgias que hago sentir a algunos de los compatriotas que aparecen en Puertorriqueños en Nueva York . Varios de los personajes son creaciones de la fantasía, pero los más son copias disimuladas de gentes de carne y hueso en situaciones vividas por ellos (pág. 7). Confirman sus palabras lo que muchos años de lecturas enseñan al lector que mantiene ojos y oídos dispuestos a ver y oír detrás del velo de la ficción el alma, los gustos y los disgustos, los triunfos, las derrotas, los sueños del autor y del mundo del que forma parte. Si leemos Viñetas de Puerto Rico encontraremos señales confirmadoras de lo antes señalado. “Para muestra, con un botón basta”, diría mi madre, una costurera. Sabemos de la niñez y la juventud de nuestra autora en Yauco (nació a finales del siglo XIX, en 1896); sabemos de su belleza física y de su inteligencia (en la Historia Ilustrada de Yauco de 1925 se incluye una foto suya que irradia belleza y simpatía). El comentario descriptivo de la página siguiente señala que “goza de un alto prestigio en la intelectualidad puertorriqueña”. La crítica literaria confirma el ingenio y el humor que irradian sus obras (la nota editorial que encontramos en el interior de las solapas de la edición de 1970 de Puertorriqueños en Nueva York puntualiza entre otras cosas “su gracia, su ingenio, su donaire y esa sana alegría de vivir y de ser”). Para muestra, con un botón basta. En el cuento que da inicio a Viñetas de Puerto Rico , “¡Ah, primer amor!”, la biografía de la autora desborda la ficción. Veamos. La historia cuenta los avatares del primer amor (y de la primera decepción) de la protagonista. Pero, al leer sobre el cura del pueblo, nos enteramos que era “un holandés espigadísimo, rubio, alegre” (sacerdotes holandeses fueron asignados a la parroquia de Yauco en los años iniciales del régimen norteamericano en 1904, en la niñez de Amelia Agostini). Picardía y vanidad de la que se sabe hermosa descubren las palabras de la protagonista cuando medita una noche en que pasea con el joven de sus sueños: “Yo estaba, modestia aparte, bastante guapa”, concluye, (mírese nuevamente la foto de 1925). Humor destila de principio a fin el relato. En la escena final, al entrar en la sala de la casa de la amiga que se casó con quien había sido su “primer amor” escucha a un hombre roncar. Sólo le alcanza ver un pie, del que por un agujero en el calcetín “asoma la uña inmensa del dedo gordo”: Llegó mi amiga y con los saludos se despertó su marido, no su suegro como había supuesto yo…. Su voz era acariciadora, sí que lo era, pero aquel calcetín roto y el indiscretísimo dedo gordo me quitaron la ilusión de mi primer amor. Yo estoy segura de que el Señor, compadecido de mi tontería, quiso curarme de una vez para siempre. ¡Ya era hora! Aquel amor a lo adivino se llevó los cinco años más lozanos de mi juventud (pág. 17) Sí, la historia del pueblo de la autora, su belleza física, su simpatía y su proverbial humor forman parte del mundo de ficción por ella creado, como ocurre en las ficciones de la mayoría de los buenos narradores. Otra voz femenina es la de Zulma Quiñones Senati. Autora de dos memorias noveladas: De mariposa a crisálida (2001) y La barca en el tiempo (2005). Incursiona en el relato corto con El rostro oculto. Cuentos de distintos mundos (2008). De temática actual, el conjunto es un caleidoscopio de realidades que hoy día atentan contra la estabilidad psicológica del ser humano: la tragedia del síndrome de Down, el calentamiento global, así como los claroscuros del laberíntico mundo del ciberespacio son algunos de los motivos de este libro que da cabida también al romanticismo y a la ensoñación infantil. La profesora y líder cultural Flavia Lugo de Marichal es un prestigioso haber yaucano en las letras nacionales. Por muchos años enseñó lengua y literatura en la Universidad de Puerto Rico. Es una de las fundadoras del Círculo Cultural Yaucano (1954), el primer centro cultural adscrito al Instituto de Cultura Puertorriqueña, fundado un año más tarde. Su carrera como narradora comenzó a principios de la década de 1950, cuando escribía cuentos para niños que se transmitían todos los días en el programa Alegrías Infantiles que producía WIPR Radio en San Juan. Más tarde, escribió para la televisión del entonces Departamento de Instrucción Pública. Su disertación para obtener el título de Maestría en Artes en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico giró en torno a los cuentos de Emilio S. Belaval. Posteriormente, la misma fue publicada como libro ( Belaval y sus Cuentos para

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