Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

14 entendimiento, en su estado limitado e imperfecto, como se realiza en el hombre, capta los contenidos íntimos de las cosas por pasos escalonados y sucesivos: es el discurso, es la razón que encuentra su origen en el entendimiento. El discurso racional es el modo propio, específico y exclusivo del entendimiento “inferior” o imperfecto que es el que posee el hombre. “Las criaturas participan los dones divinos según su proporción y modo. El modo de la naturaleza humana no es que el entendimiento conozca de manera inmediata la verdad, que es lo propio del entendimiento en cuanto tal, sino de manera discursiva, en lo que cosiste propiamente la razón” 32 . La limitación e imperfección del entendimiento humano condiciona su modo de entender: paso a paso, gradualmente. Discurre de unos aspectos conocidos a otros desconocidos; de unas cosas conocidas a otras desconocidas. Conocer “simpliciter” (simplemente) la verdad, término que emplea Santo Tomás, quiere decir de manera directa e inmediata, de un solo golpe, como se conocen los principios evidentes en sí mismos. “Las almas humanas se llaman racionales porque llegan al conocimiento de la verdad por cierto discurso. Esto ocurre a causa de la debilidad de su luz intelectual. Si tuvieran, como los ángeles, una luz intelectual perfecta, conocerían al instante, en el primer conocimiento de los principios, toda la verdad en ellos contenida, intuyendo todos los aspectos a los que se llega a través del silogismo” 33 . E insiste en otro lugar: “Si, pues, el entendimiento conociera al instante en los mismos principios la verdad de la conclusión, no entendería discurriendo o razonando. De la misma manera, si el entendimiento, al conocer la esencia del sujeto captara todo lo que se puede afirmar o negar del mismo, no conocería afirmando o negando sino sólo intuyendo lo que es. Está, por tanto, claro que proviene de la misma causa el que nuestro entendimiento conozca razonando y afirmando o negando, a saber, porque en la primera aprehensión de algo conocido no se capta todo lo que en realidad es. Y esto ocurre por causa de la debilidad de nuestro entendimiento” 34 . El discurso de la razón parte siempre de algo ya conocido por el entendimiento, y alcanza una nueva verdad antes desconocida. Es un paso, un tránsito, un movimiento. “El discurso de la razón parte siempre del entendimiento y termina en el entendimiento. Razonamos, por cierto, partiendo de algo entendido, y precisamente el discurso de la razón se perfecciona cuando llegamos a alguna verdad que antes era desconocida. Lo que obtenemos razonando procede de algo anteriormente conocido” 35 . La verdad nueva conocida es la culminación del discurso, el fin del movimiento, que, como tal, 32 “Dona divina participantur a creaturis secundum earum proportionem et modum, ut patet per Dionysium, in libro De div. nom. Sed modus humanae naturae est ut non simpliciter veritatem cognoscat, quod pertinent ad rationem intellectus, sed discursive, quod est proprium rationis”: ST, 2-2, q. 8, a. 1, ob 2. 33 ST, 1, q. 58, a. 3, c. 34 Ib., a. 4, c. 35 ST, 2-2, q. 8, a. 1, ad 2. se especifica por el término: “La culminación de cualquier movimiento u operación está en su término” 36 . Paremos brevemente la atención en el concepto de raciocinio. Presenta dos formas generales: inducción y deducción. El raciocinio inductivo es el camino que siguen las ciencias experimentales para avanzar en sus conocimientos. Así, por ejemplo, al comprobar en numerosos casos que la madera es mala conductora del calor, se puede extender con verdadero rigor científico la misma afirmación, a toda madera, a cualquier pedazo de madera, donde quiera se encuentre. Se concluye entonces, la madera, toda madera, es mala conductora del calor. El raciocinio deductivo lo utilizan las ciencias especulativas: filosofía, teología, matemáticas. Es la deducción de una propiedad de una esencia o de un efecto de una causa. Ocurre muchas veces que no alcanzamos a conocer la verdad o falsedad de una proposición, conociendo el sentido formal de los términos que la componen, el sujeto y el predicado. Necesitamos entonces la ayuda de un tercer término, llamado término medio, virtualmente distinto de los dos primeros. Este nuevo concepto lo comparamos con el sujeto y con el predicado, constatando que los incluye. Podemos entonces establecer la identidad del predicado con el sujeto, fundados en el principio que establece: dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí. Así, por ejemplo, la proposición “Dios es eterno” no nos resulta inmediatamente evidente, pues conociendo el significado de Dios y de eterno, no vemos que tenga que ser eterno. La hacemos evidente recurriendo a un término medio: inmutable. Lo absolutamente inmutable es eterno. Dios es absolutamente inmutable. Luego Dios es eterno. Dios y eterno se identifican con inmutable: Dios es inmutable; lo eterno es inmutable. Esta identidad del sujeto y del predicado con el concepto inmutable nos lleva a la evidencia de que Dios y eterno son conceptos que se identifican. En la proposición “Dios es absolutamente inmutable” se halla contenido que es eterno, ya que siendo absolutamente inmutable no cabe en él antes ni después, elementos esenciales del tiempo. Y si queremos mostrar asimismo la razón de su absoluta inmutabilidad tenemos que recurrir al concepto de absolutamente perfecto: Dios es absolutamente perfecto. Lo absolutamente perfecto es siempre. Ni comienza ni termina. Existe siempre, es eterno. Suelen distinguirse tres clases de raciocinio: nominal, conceptual y objetivo-real. El raciocinio nominal no es propiamente un raciocinio, ya que expresa el mismo concepto con otros términos. Así, cuando decimos: Pedro es hombre. Todo hombre es animal racional. Luego, Pedro es animal racional. Hombre y animal racional significan lo mismo. No hay, por tanto, ningún avance cognoscitivo, ni conceptual ni real, ni de conceptos ni de cosas. 36 “Complementum autem cuiuslibet motus vel operationis est in suo termino”: De veritate, a. 2, solutio.

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