Revista Horizontes: primavera/otoño 2011 | Año LIV Núms. 104-105

15 Raciocinio conceptual es el paso de una proposición a otra conceptualmente distinta. Lo hemos explicado anteriormente, al exponer el concepto de raciocinio. Dios y eterno se identifican realmente. Sólo se diferencian conceptualmente. En este tipo de raciocinio se realiza un progreso de un concepto a otro, no de una realidad a otra. Otro ejemplo: Todo sujeto inmaterial tiene capacidad cognoscitiva. El hombre es un sujeto inmaterial. Luego está dotado de capacidad cognoscitiva. Esencia de hombre y capacidad cognoscitiva se identifican realmente. Sólo se abre entre ellas una diferencia conceptual. Raciocinio objetivo real es el paso de una proposición a otra realmente distinta. Así, todo fuego quema. En el horno de Babilonia había fuego. Luego el fuego del horno de Babilonia quemaba. El fuego tiene de manera necesaria la virtud de quemar, pero el acto mismo de quemar es algo realmente distinto del fuego. En este caso, hay un avance real. La consecuencia de esta deducción es meramente física, no metafísica. Puede, por tanto, fallar, como pasó de hecho en el horno de Babilonia, que ardía, pero no quemaba. Lo que no puede acontecer es que el fuego no mantenga su capacidad de quemar. El entendimiento angélico, perfecto aunque limitado, contempla en la proposición “Dios es eterno” todo su contenido de una sola mirada, sin tener que recurrir a un término medio para conocer que el concepto de Dios incluye el concepto de eterno. El raciocinio, expreso o implícito, está siempre presente en el avance del conocimiento humano. “Si el entendimiento viera inmediatamente en el mismo principio la verdad de la conclusión, nunca entendería discurriendo o razonando. De la misma manera, si al aprehender la esencia del sujeto conociera al instante, todo aquello que se le puede atribuir o negar, nunca entendería afirmando o negando, sino entendiendo sólo lo que la cosa es. Por consiguiente, está claro, que proviene de la misma causa el que nuestro entendimiento entienda razonando, afirmando o negando, a saber, porque no capta inmediatamente en la primera aprehensión de algo conocido, todo su contenido virtual. Lo que acontece por causa de la debilidad de la luz de nuestro entendimiento” 37 . Por tanto, el modo propio y específico de entender el hombre es razonar. Santo Tomás, como teólogo, aduce otro argumento indirecto: el raciocinio diferencia al hombre del ángel. El ángel entiende simplemente, es decir, capta de una sola mirada todo el contenido de la esencia de una cosa, o del sujeto de una oración, sin necesidad de ir descubriéndolos por pasos escalonados. No razona, no se mueve de un aspecto conocido a otro desconocido. Su entendimiento perfecto, aunque limitado, le facilita ver la verdad toda de la esencia de una cosa, o del sujeto, de una sola mirada. “Ahora bien, como 37 ST, 1, q. 58, a. 4, c. la luz intelectual del ángel es perfecta, ya que es un espejo puro y clarísimo, síguese que los ángeles no conocen razonando, ni afirmando o negando” 38 . Su modo de conocer es entender simplemente; no entender razonando. Ponemos punto final citando tres textos relativos al tema. El primero es de Santo Tomás que viene a ser como el colofón de su pensamiento. “Si alguien quisiera definir propiamente el hombre, dirá que es una sustancia racional, no una sustancia intelectual, que es propiamente la definición de ángel, porque la inteligencia le pertenece de manera propia al ángel, al hombre, en cambio, por participación; ni una sustancia sensitiva, que es el nombre propio de los animales, porque sentir es una operación inferior a la operación propia del hombre, y ésta le conviene al hombre por encima de los otros animales” 39 . El segundo pertenece a Fabio Quintiliano: “Nos dio, pues, Dios en recompensa la razón, y quiso con ella hacernos compañeros de los dioses inmortales. Pero ni aun esta razón nos ayudaría tanto, ni en nosotros tanto resplandecería, si lo que en la mente concebimos, no lo pudiésemos también expresar con la lengua, que es lo que más falta a los demás animales, en quienes descubrimos alguna inteligencia y discurso, porque el labrar las grutas, tejer los nidos, criar sus hijuelos y sacarlos al campo, como también guardar para el invierno la provisión y hacer algunas obras que nosotros no podemos imitar, como son la cera y la miel, tal vez son efecto de alguna razón; mas por cuanto carecen de habla, se llaman mudos e irracionales. En fin, a los hombres que no pueden hablar, ¿de cuán poco les sirve aquel ánimo celestial? Por tanto, si lo mejor que recibimos de los dioses es la palabra, ¿qué cosa hemos de reputar por más digna de nuestro cultivo y aplicación, o qué más hemos de procurar enseñar a los hombres sino lo que les hace tan superiores a los otros animales? 40 . La última cita está tomada de la Biblia: “Cuando la criba se sacude, quedan los desechos; así en su reflexión se ven las vilezas del hombre. El horno prueba la vasija del alfarero; el hombre se prueba en su razonar; el fruto muestra el cultivo de un árbol; la palabra, la mentalidad del hombre. No alabes a nadie antes de que razone, porque esa es la prueba del hombre” 41 . 38 Id. Ib. 39 “Sicut si quis velit proprie nominare hominem, dicet eum esse substantiam rationale, non autem substantiam intellectualem, quod est proprium nomen angeli, quia simplex intelligentia convenit angelo per proprietatem, homini vero per participationem; neque substantiam sensibilem, quod est nomen bruti proprium, quia sentire est minus quam id quod est proprium homini, et convenit homini excedenter prae aliis animalibus”: ST, 1, q. 108, a. 5, c. 40 “Institutionis oratoriae”, L. II, c. XVI, 14-17. 41 Si 27, 4-7.

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