Primavera otoño 2019 (Año LXII Núms. 120-121)

horizontes@pucpr.edu Año LXII Núm. 120-121 horizontes PRIMAVERA/OTOÑO 2019 PUCPR 12 aquel lector del campo de la salud mental pueda apreciar y adentrarse en el tema poco a poco, en una forma ordenada y sistemática. Igualmente, para evidenciar que el avalúo de los tratamientos, estrategias y técnicas más efectivas al intervenir psicológicamente con los clientes o pacientes, es el mejor medio que un profesional de ayuda puede utilizar. No se puede perder de perspectiva que la práctica basada en evidencias presume la integración de las mejores prácticas de investigación con pericia profesional clínica y valor para los pacientes o clientes. De esta forma, la práctica basada en la evidencia se ha convertido en un método o estrategia que se convierte en evidencia empírica que apoya la efectividad de una profesión, como es la consejería (Véase la Tabla 1). La Tabla 1 compendia las razones para el uso de la práctica basada en la evidencia por distintos profesionales, por lo que la misma es útil para ayudar a persuadir a los profesionales de la salud mental a convencerse de lo ventajoso que puede resultar el utilizar las prácticas basadas en la evidencia, y evitar la laxitud de dichos profesionales para hacer de su práctica lo que se les ocurra. No hay que perder de perspectiva que la práctica basada en la evidencia es desconocida aun por muchos profesionales, puesto que esta práctica se inició en la década de los años 80 en el campo de la medicina (Martínez Taboas & Quintero, 2012). Mientras, que en una década más tarde, se dieron los pasos definitivos en esta dirección en las profesiones de la conducta humana. Además, en Puerto Rico se han iniciado las publicaciones formales en torno a esta práctica en este nuevo milenio, hace apenas unos años atrás. Para ser ético en el ejercicio profesional como investigador, todo clínico requiere determinar cuánto es el alcance de la evidencia científica. Para ello, es muy conveniente utilizar los niveles de calidad de la evidencia científica de la Agencia de Evaluación de Tecnología Médica (Primo, 2003), los cuales se demuestran en la Tabla 2. La Tabla 2 contiene los nueve niveles de calidad de evidencia científica de otra disciplina, pero estos pueden ser aplicados al campo de la consejería profesional, ya que determinan la fuerza de la evidencia. Sin embargo, estos niveles no fueron incorporados en el texto de Negrón Morales (2013), más hubiese sido muy conveniente hacerlo. Tabla 2. Niveles de calidad de evidencia científica Nivel Fuerza de la evidencia Tipo de diseño II Adecuada Ensayo controlado aleatorizado de muestra grande III Buena a regular Ensayo controlado aleatorizado de muestra pequeña IV Buena a regular Ensayo prospectivo V Regular Ensayo retrospectivo VI Regular Estudios de cohorte VII Regular Estudios de casos y controles VIII Pobre Series clínicas no controladas: Estudios descriptivos, Encuestas, Registros, Bases de datos, Comités de expertos, Conferencias de consenso IX Pobre Anécdotas o casos únicos El texto de Negrón Morales también contiene cinco apéndices, los cuales ayudan al lector con aspectos fundamentales de la práctica basada en la evidencia, los cuales son de gran conveniencia para cualquier profesional de la conducta humana e investigador. El Apéndice 1 contiene una Planilla para la evaluación de publicaciones en revistas arbitradas por pares. El Apéndice 2 incluye un cuestionario para realizar un Aprestamiento y disposición para el uso de práctica basada en la evidencia en su programa o agencia. El Apéndice 3 presenta direcciones de páginas electrónicas para ser utilizados como Recursos para la práctica de la consejería basada en la evidencia. El Apéndice 4 es una Guía para realizar entrevistas estructuradas. El

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