Primavera otoño 2019 (Año LXII Núms. 120-121)

horizontes@pucpr.edu Año LXII Núm. 120-121 horizontes PRIMAVERA/OTOÑO 2019 PUCPR 38 Pero también dialoga con voces autorizadas como las de fray Ramón Pané y fray Íñigo Abbad y la Sierra, ya tan remotos en el tiempo, y con los modernos Fernando Picó, Samuel Silva Gotay, Marcelino Canino, Esteban Tollinchi e Ivette de Lourdes Jiménez de Báez, sin olvidar a teóricos como Umberto Eco, Jean Franco, Hans Hinterhauser e Iván Schulman. Del prurito de estudioso responsable de Báez Fumero da cuenta la extensa bibliografía que culmina ambos volúmenes, así como el Índice explicativo de autores, tan útil, que remata el segundo. Estamos ante el trabajo de campo de un auténtico maestro, que a su labor ingente de rebuscador de textos olvidados añade unas destrezas críticas incisivas que me parecen verdaderamente admirables. Pese a la solidez de su aparato crítico, advierto enseguida que el presente estudio no constituye un simple recuento de poemas religiosos en ilación cronológica sucesiva. Todo lo contrario, pues Báez Fumero hace gala de una sensibilidad literaria excepcional cuando explora en su primer volumen, con pluma respetuosa pero no exenta de entusiasmo cómplice, la lírica espiritual de sus compatriotas. Enmarcado siempre en el contexto de un panorama histórico y un aliento literario comparatista, el autor se acerca a su materia a través del comentario de texto: admito que es mi método favorito para analizar el hecho poético. Báez Fumero saca el máximo partido de los versos antologizados con sus oportunas y siempre lúcidas exégesis literarias. El autor mismo nos da cuenta de lo que se propone abarcar en su exhaustivo proyecto literario. Comienza por los inicios de nuestra nacionalidad con el testimonio pionero de fray Ramón Pané, el fraile jerónimo que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje, cuando descubre a Puerto Rico. Pané fue un antropólogo avant la lettre que, por encargo de Colón, registra las crencias y los mitos de los indios antillanos autóctonos. Cuando se va extendiendo la cultura cristiana en la isla, nos recuerda el autor que los primeros balbuceos líricos que expresaban la nueva fe religiosa se dan de forma oral, pues la imprenta no se establece en la isla hasta 1806. Báez Fumero subraya con sobrada razón la importancia del culto fundacional a la Virgen de Monserrate, cuya aparición milagrosa ocurre en el suroeste de la isla a fines del siglo XVI. Este culto mariano marca la criollización del cristianismo puertorriqueño frente a la metrópoli española colonizadora. La hipótesis no deja de ser convincente a la luz de la proliferación de poemas devotos a la Virgen de Monserrate que entrevera la antología. Habré de volver sobre ello. Recuerda también el estudioso que todavía a principios del siglo pasado muchos poetas conciben la fe católica y el patriotismo como una unidad inextricable, binomio que habrán de esgrimir como defensa cultural colectiva cuando el trauma del cambio de soberanía en el 1898. Esta alianza instintiva religioso-cultural, como es de esperar, se irá matizando a lo largo del siglo XX, a medida que los poetas puertorriqueños comiencen a dialogar con

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