Violencia desde la desconexión moral

18 pontificia universidad católica de puerto rico interacción profunda de mecanismos evolutivos y factores ambientales y sociales” (Kassin et al. 2014, p. 455) y a la misma vez “nadie disputa las influencias del aprendizaje en el comportamiento agresivo del niño” (Engler, 2014, p. 219). Quizá, el primer elemento cuando se piensa en los orígenes de la agresividad o los actos violentos podría surgir a partir de respuestas evolutivas que se observan en el reino animal y en los seres humanos. La psicología evolutiva utiliza los conceptos darwinianos para brindar una explicación acerca de los orígenes del comportamiento, en este caso la agresividad. El principal concepto de esta teoría es la explicación comportamental desde los principios evolutivos de la selección natural y la supervivencia del más apto. Desde esta perspectiva, se persigue la conservación genética en contraste a la supervivencia individual y se ha asociado la agresividad con una mayor posibilidad de atraer pareja lo que posibilita el éxito reproductivo y una mayor cohesión intragrupal (Kassin et al., 2014.). Además, esta teoría destaca que los hombres utilizan la agresividad para construir y mantener su hombría o virilidad, proveyéndoles mejores oportunidades para obtener pareja y reproducirse. Ahora bien, cualquier reto que atente contra la hombría, puede resultar en un acto de violencia para mantener su estatus social o, por otra parte, el comportamiento agresivo desencadenado por los celos sexuales, “pueden estar diseñados para aumentar la confianza del hombre en la paternidad de sus hijos” (Kassin et al., 2014, p. 445). Al contario de los hombres, las mujeres tienen menos posibilidades de tener hijos, por lo tanto, la teoría evolutiva expone que el desarrollo de la agresión maternal incrementa las posibilidades de la supervivencia de sus hijos. Esta misma hipótesis ha sido utilizada para explicar por qué los hombres asumen conductas de alto riesgo y por qué las mujeres utilizan una forma agresiva menos obvia o indirecta (Kassin et al., 2014, p. 446). Se ha podido observar que las mujeres se muestran más agresivas que los hombres en agresiones indirectas (Kassin et al., 2014, p. 443). De esta forma, las mujeres tienden a desprestigiar a sus competidoras con la finalidad de que los hombres se fijen menos en otras mujeres y, a su vez, no se pongan en riesgo de morir y les permitan seguir con vida para defender a sus proles (Kassin et al., 2014, p. 446). De manera similar, este campo de la psicología intenta establecer correlaciones genéticas y comportamentales. Estudios demuestran

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