Violencia desde la desconexión moral

51 violencia desde la desconexiónmoral Keepers, 1990; Anderson y Ford, 1986; Cooper y Mackie, 1986). Otro factor identificado en el desarrollo de actitudes y conducta violenta es el género. Se demuestra que el género masculino tiende a presentar actitudes más favorables a la violencia, (Pinilla y Burgos, 2012; Posada y Parales, 2012; Moreno, Nieves, Murgui y Martínez, 2012; Feder, Levant y Dean, 2010, Gelles, 2007; Salas Placeres y Pujol, 2001; Garbarino, 1999; Kaufman, 1989). Investigaciones recientes señalan, además, que los miembros de la generación Y, mejor conocida como milenios, han estado más expuestos a la violencia a través de los medios, (Bosco, 2004; Gorman-Smith, Henry y Tolan, 2004; Krahe, Moller, Huesmann, Kirwil, Felber y Berguer, 2010) lo que hace que interpreten la violencia de forma muy diferente a generaciones anteriores. Por consecuencia, justifican la misma según el contexto en el cual esta se presenta; alejándose de los estándares morales que vislumbran la violencia como un acto extremo e injustificado, (Pinilla y Burgos, 2012). A esto se le ha llamado desconexión moral (Bandura, 1986; 2016). El Departamento de Salud y Servicios Humanos de E.U. (2001) identificó la educación, entre otros, como factor de protección específico hacia la violencia. No obstante, las investigaciones de Pinilla y Burgos (2012, 2013) reflejaron que la educación no tuvo ningún efecto en los estudiantes pertenecientes a la generación del milenio para la adopción de actitudes favorables a la violencia y de mayor tolerancia a esta. Una investigación, replicando el estudio de Pinilla y Burgos (2012), esta vez con profesionales de ayuda en las escuelas, no encontró diferencias en actitud, percepción y tolerancia a la violencia al compararlos por generación (X y Y) género y profesión (trabajadores sociales, consejeros y psicólogos). Esto debido a que todos presentaron actitudes altamente favorables hacia la violencia, una percepción o discriminación clara de lo que es violento y lo que no es violento y gran aceptación o tolerancia a la misma, (Lucca-Rodríguez, 2015). Los hallazgos de Lucca-Rodríguez (2015) son altamente preocupantes. Nuevamente, se ven actitudes favorables a la violencia y tolerancia a la misma. Más aún, la educación, identificada como un factor de protección, tampoco tuvo ninguna influencia, por lo que, en este caso, profesionales del área de la salud mental parecen estar inmersos en la perpetuación del discurso violento, promoviendo actitudes y tolerancia a conductas violentas.

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