Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

28 actas del segundo congreso católicos y vida pública doja nos espanta al ver que todavía la miseria en una parte considerable de la humanidad impide que millones de seres humanos estén privados de esa histórica herencia social. Hay que reconocer que hay una base cierta para atender al deber de la solidaridad por estas razones señaladas, razones al fin y al cabo, humanísticas diríamos Es una solidaridad, queremos decir, basada en el hombre. Y acepto ese humanismo. Tomás de Aquino aceptó también de Aristóteles, a quien tanto respetaba, que hay una felicidad terrenal, hija de la virtud, que los griegos llamaban eudaimonía. Sin embargo, su pensamiento enfatizó que hay una felicidad superior a la terrenal que es la beatitud, la contemplación de Dios. Tomás de Aquino la denominó beatitudo, makariot é s en griego. Que ya no es la misma felicidad que mencionaba Aristóteles. Lo que quiero traer aquí es que en forma semejante frente a un humanismo terrenal como el de nuestros respetables filósofos y sociólogos hay un humanismo trascendente en el que la solidaridad alcanza una justificación distinta a las señaladas. Es decir, por distintos caminos la solidaridad se impone. Decía en el siglo pasado un filósofo francés convertido al cristianismo, Jacques Maritain, en un libro excepcional titulado Humanismo integral, que: “el humanismo occidental tiene fuentes religiosas y ‘trascendentes’ a todas las formas de pensamiento, tan diversas como por lo demás pueden ser, que supongan al principio del mundo, un espíritu superior al hombre: en el hombre, un espíritu cuyo destino va más allá del tiempo; y una piedad natural o sobrenatural en el centro de la vida moral” 2 . Y así es como encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica este decir: “El principio de solidaridad…es una exigencia directa de la fraternidad humana” 3 . Y el Papa Francisco sigue perfectamente esa línea cuando dice, hace sólo unas semanas, el 1 ero de enero de 2014 en su mensaje en la XLVII Jornada Mundial de la Paz: “Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos ustedes son hermanos (cfr, Mt 23,8-9). La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios… [y esto] se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad”. 4 La solidaridad nos llega no como exigencia sociológica solamente sino desde 2 Maritain, Jacques. Humanismo integral. Buenos Aires: Ediciones Lohlé-Lumen, 1996, p. 14 3 Catecismo de la Iglesia Católica. Nro. 1939, p. 432 4 Papa Francisco. “la fraternidad. Fundamento y camino para la paz”. Nmro. 3

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