Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

32 actas del segundo congreso católicos y vida pública y social, la ética de la convivencia. “El ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Los que cuentan más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Estos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte, los grupos intermedios no han de insistir egoísticamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás”. 13 Pero ¿por qué se desvanece este respeto por los demás? Hay deficiencias humanas que nos llevan al menoscabo de la solidaridad, como: la envidia, la codicia, la indiferencia social, el egoísmo, la soberbia. I. La envidia . Si el alma asumiera colores cuando es dominada por ella, aseguraría que se torna roja como sangre gruesa. La envidia se la conoce como el dolor o tristeza que provoca el bien ajeno: “el bien ajeno se juzga mal propio, en cuanto aminora la propia gloria o excelencia. En este sentido, principalmente, se entristece la envidia del bien ajeno”, dice Tomás de Aquino. 14 Más encima, no la provoca el bien o los bienes de alguien lejano o distante de nosotros en la condición social, sino alguien cercano. Si tenemos poco, nos hace sufrir que el vecino que vive saltando de deuda en deuda de pronto tenga un golpe de fortuna y nos diga, “ahora, con el dinero que recibí no tengo deuda ninguna”, aunque seguirá sufriendo de indigencias como nosotros. Su alivio, duele al envidioso. De forma semejante, el triunfo del amigo escamotea la solidaridad. Es una enfermedad que nos condena a todos a una igualdad mezquina, que desea que nadie sobresalga para dejar mi condición de vida consolada por la nivelación de todos. 13 Id. 14 Tomás de Aquino. Suma Teológica. II-II q. 36. art. 1

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